150 mil trabajadoras sexuales en las calles de Lima: ya murieron 75 a manos de bandas criminales
La Policía identificó siete bandas criminales que se dedican a la extorsión y cobro de cupos para la prostitución y explotación de provincianas, ecuatorianas, colombianas y venezolanas.

150 mil trabajadoras sexuales en las calles de Lima: ya murieron 75 a manos de bandas criminales.
Muerte, venta de drogas, prostitución y una serie de delitos se evidencia cada día más en el distrito de Lince y va ganando terreno entre las mafias extranjeras que han tomado la zona de Risso como su “centro de operaciones”, donde la explotación sexual abunda en cada esquina.
El último miércoles se reportó el asesinato de una mujer que presuntamente se dedicaba a la prostitución en la cuadra 22 de la avenida Ignacio Merino, en Lince. Según las impactantes imágenes de las cámaras de seguridad de la zona, se evidenció la crueldad como esta joven fue acribillada por dos sujetos.
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De acuerdo a la información policial, dos hombres llegaron en una moto lineal y le dispararon a la mujer que estaba en esta zona, al parecer la negación al pago de cupos habría sido el móvil de este crimen.
Tras este crimen y ante las investigaciones inmediatas por parte de la Policía Nacional del Perú, se llegó a identificar a tres sujetos que pertenecerían a “Los Hijos de Dios”. Los efectivos no descartan que estarían involucrados en este asesinato.
El Perú ostenta cifras alarmantes de homicidios, desapariciones y secuestros de trabajadoras sexuales. Solo este año se reportaron 80 asesinatos a trabajadoras sexuales, aparentemente relacionados con el cobro de cupos y una mujer trans permanece desaparecida.
La vida de una mujer trans peruana está colmada de riesgos y desprovista de oportunidades. El 96% de las mujeres trans peruanas han sufrido violencia. Seis de cada diez se dedican al trabajo sexual por falta de oportunidades de empleo, según la Defensoría del Pueblo. Esta situación viene precedida por el abandono del hogar, de la escuela (solo un 5% la ha culminado) y el desempleo. El impacto de la pandemia de la covid-19 privó a muchas trabajadoras sexuales que viven con VIH, tanto cisgénero como transgénero, de acceso a tratamiento antirretroviral, pronunciando aún más su vulnerabilidad.
Existe una preocupante escalada de violencia contra las mujeres cis y trans que ejercen la prostitución. Por lo general, las víctimas y sus redes de apoyo suelen ser reacias a denunciar la violencia por temor a la extorsión, a la violación de la confidencialidad o a las represalias. Además, un gran porcentaje reporta haber sufrido violencia por parte de las fuerzas del orden.
El tráfico sexual
Perú es una fuente, punto de tránsito y destino del tráfico sexual. La mayoría de la trata de personas se produce dentro del país.
Muchas víctimas de la trata son mujeres y niñas de las regiones rurales empobrecidas de la Amazonía, obligadas a ejercer la prostitución en clubes nocturnos, bares y burdeles urbanos, a menudo a través de ofertas de empleo falsas o promesas de educación.
La trata doméstica se da particularmente en los distritos ubicados en los Andes o en la selva amazónica, donde se traslada a niñas menores de edad a ciudades o áreas mineras para trabajar como prostitutas. La captación de víctimas se produce por medio de amigos o conocidos, anuncios en periódicos y en Internet o carteles callejeros que ofrecen empleo; a veces, las agencias de empleo locales engañan a las mujeres jóvenes de las áreas rurales con ofertas de “trabajos de restaurante” relativamente bien pagados en Lima, Cusco, las principales ciudades costeras y en el extranjero.
Entre las principales víctimas y grupos de alto riesgo de la trata figuran los niños y mujeres jóvenes de áreas rurales o urbanas pobres que viven en la pobreza, los discapacitados, las víctimas de abuso doméstico, los analfabetos y las personas sin certificado de nacimiento u otros documentos de identificación.
Perú también es un país de destino para algunas mujeres ecuatorianas, venezolanas y bolivianas introducidas en el país con fines de explotación sexual comercial, donde también se les llama coloquialmente como “kinesiólogas”.
La oficina del Departamento de Estado de los Estados Unidos responsable de vigilar y combatir el tráfico de personas clasifica a Perú como un país de “nivel 2”, que “no cumple con los requisitos mínimos para la eliminación del tráfico; pero está realizando esfuerzos significativos”.
La prostitución en el Perú es permitida con licencia y siempre que se ejerza entre adultos dentro del ámbito privado, aunque aún no está definida su legalidad. UNAIDS estima que en el año 2016 existían alrededor de 67,000 prostitutas en el país. Esta actividad se distingue de delitos como la trata de personas, el proxenetismo y el rufianismo, que sí se encuentran especificados en el Código Penal peruano.
Los intentos por regular la prostitución en el Perú se remontan a 1910 debido a la preocupación por la salud pública y la proliferación de enfermedades venéreas. En 1911 se creó el Departamento de Licencias Especiales, organismo que regulaba los establecimientos dedicados al meretricio. Además, se encargó del empadronamiento e identificación de las meretrices de profesión, y de la realización de exámenes médicos periódicos a las mujeres que ejercían esta actividad.
La prostitución en el Perú
Desde una perspectiva histórica, la prostitución ha estado presente en el continente americano desde tiempos precolombinos. En el Tahuantinsuyo, por ejemplo, existieron las pampayrunas, mujeres dedicadas a satisfacer los deseos sexuales de los varones del Imperio incaico. Esta práctica, realizada por mujeres que no eran vírgenes ni viudas, buscaba prevenir el incesto y violaciones.
Con la llegada de los españoles y la instauración del virreinato en 1542, se introdujeron cambios en la estructura política, social y económica de la región dominada por los conquistadores. Ellos fundaron ciudades, como Lima en 1535, impusieron el cristianismo y establecieron el sistema de encomiendas.
Respecto a la prostitución durante esta etapa de la historia, es sabido que los foráneos no solo la implantaron en los Andes sino que también facilitaron su práctica en las ciudades, incluyendo Lima. Este proceso se inscribe en el marco de los cambios socioeconómicos y culturales que introdujeron los conquistadores en el nuevo contexto colonial.
En el libro: “Protección de la Familia en el Estado Incaico y la Prostitución en la Colonia”, de Lorgio A. Guibovich Del Carpio, se da cuenta de cómo era la prostitución en el siglo XVI y las injusticias que se cometían contra las mujeres que, dicho sea de paso, no eran las pampayrunas.
“Con la llegada de los españoles se ha usado la palabra “HUARMI PAMPA”, y también con ellos se da inicio a la prostitución en el Perú. Las mujeres se vieron obligadas a prostituirse y a entregarse a las manifestaciones sexuales más morbosas, que se hayan cometido en el mundo andino. (...) (La prostitución) para las mujeres significó dolor, aberración vergüenza y angustia; no había otro remedio, por la fuerza fueron inducidas y obligadas a entregarse a este vil comercio, de las que no se escaparon las esclavas y las jornaleras, porque, estas eran alquiladas por sus amos”, señala Guibovich.
Las mujeres que se dedicaban a la prostitución no eran las pampayrunas, es decir, no eran prisioneras de guerra. Según fuentes históricas, como las citadas por López de Gomara, eran principalmente las hijas de los indígenas quienes, muy a su pesar, eran compelidas por sus familiares a ejercer el meretricio. Esta práctica tenía como finalidad obtener ingresos monetarios para que los varones pudieran pagar los impuestos exigidos por los encomenderos.
Mafias de cobros de cupos
Existen bandas organizadas criminales que operan como mafias de proxenetas para la prostitución en las calles. Ellos cobran sumas de dinero a los trabajadores sexuales a cambio de un “cupo”, el cual le permite ejercer libremente la actividad sexual remunerada en una calle o esquina determinada. En caso de negarse a dicho pago, los criminales amenazan con extorsiones, agresiones verbales y físicas e incluso amenazas de muerte.
En junio de 2022, un grupo de trabajadoras sexuales se manifestaron frente a la sede central de la Fiscalía del Perú, ubicada en el centro de Lima, para exigir el fin de las mafias extorsionadoras que cobran cupos, entre otros petitorios relacionados con seguridad.
Operativo mafias del sexo
En un megaoperativo nocturno, desplegado por los distritos de Los Olivos, Independencia y Comas, en la zona norte de Lima, la Policía Nacional del Perú (PNP) se topó con que el crimen organizado extranjero, con presunta vinculación al “Tren de Aragua”, había tomado calles y locales comerciales que eran usados para explotar sexualmente a mujeres venezolanas, incluso menores de edad.
Desde hace meses, la PNP viene ejecutando diversos megaoperativos para desarticular estas llamadas “mafias del sexo”. Sin embargo, estas bandas criminales siempre se reagrupan rápidamente para seguir operando. Las jugosas sumas de dinero que obtienen de las plazas de prostitución los hacen estar cada vez mejor organizados.
En el pasado, Héctor Prieto Materano, alias “Mamut”, era el rey del proxenetismo en toda la zona norte de Lima, pero cayó detenido y fue enviado, en un primer momento, al penal de Piedras Gordas. Su detención no detuvo su accionar delictivo, pues seguía operando desde prisión, por lo que fue trasladado al penal de Challapalca, en la sierra del Perú, donde pasa sus días a varios grados bajo cero.
El accionar de la policía
En el 2020, un asesinato dentro de un establecimiento de comida rápida en Lince encendió las alarmas, pues ahí comenzaría la guerra por ganar terrenos en este distrito, exactamente en la zona de Risso para que bandas extranjeras operen con el famoso “cobro de cupos”.
Las autoridades han señalado que al menos son tres bandas criminales, venezolanas y colombianas, integradas por jaladores, cuidadores y proxenetas que están “trabajando” en la zona. Estos últimos llegan en motos lineales, chequean qué mujeres están en las calles y les cobran cupos. Aquella que ejerce la prostitución de manera independiente y se niegue a pagar es amedrentada.
La Policía Nacional del Perú (PNP) dio a conocer en sus últimos informes que se han identificado al menos siete redes criminales que operan en el país, generando violencia y desorden. Estas bandas delictivas, algunas de las cuales tienen origen en Venezuela, Ecuador y Colombia, han establecido un control amenazante en diversas regiones de Perú, utilizando tácticas como la intimidación, el empleo de armas de fuego y la comisión de delitos violentos.
“La Cota 905” (Venezuela) es una de las bandas venezolanas que tiene vínculos con el Tren de Aragua. En el país también operan “Los Tiguerones” (Ecuador). Estos se encuentran en los distritos de San Martín de Porres y en Comas.
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Por otro lado, “La Dinastía Alayón” (Venezuela) se ha centrado en los distritos de San Juan de Lurigancho, también declarado en emergencia, y Lince. En el caso de “Los Bravos del Gota a Gota”, su dominio se encuentra en Chorrillos, donde ofrecen préstamos “rápidos y fáciles”.
Según la policía, en Lima habría unas 18 plazas o zonas de la ciudad en las que estas mujeres son obligadas a ejercer la prostitución.
Cada plaza es administrada por un cabecilla. Algunas se ubican en San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres, Los Olivos, San Juan de Miraflores, Chorrillos y Lince.
La operación de estas mafias se ha extendido a regiones como Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Arequipa, Chiclayo y San Martín, de acuerdo con las autoridades.
Por Andrés Dávila
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