Inicio del año escolar: colegios y maestros los de antes

Solamente en Ica y Moquegua se verá evolución de fenómenos climáticos.


La ministra de Educación, Miriam Ponce, señaló que “el primero de marzo muchas instituciones educativas privadas están retornando a las aulas y el 11 de marzo más de 6 millones y medio de estudiantes inician las clases en colegios públicos. La fecha de inicio se mantiene, solamente en Ica y Moquegua es donde estaremos atentos a la evolución de los fenómenos climáticos”.

En cuanto a la seguridad de los estudiantes afirmó que “habrá policías encargados de velar por la seguridad en la entrada y salida de los colegios durante todo el año, con el fin de garantizar la protección de nuestros niños”.

Cuando éramos niños -hace medio siglo- las clases escolares comenzaban religiosamente en abril, había un break en Semana Santa y el Año Escolar terminaba en Diciembre. Por aquellos años maravillosos los maestros por antonomasia no se enfermaban y menos faltaban dos días seguidos, nadie se imaginaba ni en pesadillas el Covid o tener un celular, eso ni existía y menos se pensaba en inteligencia artificial o ideología de género.

Si el maestro nos regañaba, no convenía decir nada en casa -cuando todos alguna vez se sentaban en la mesa como el privilegio que debe ser en toda familia- porque seguro vendría de yapa un regaño y de paso un castigo.

Ni la lluvia, ni el calor -como el de ahora- impedía faltar a la escuela, porque era verdaderamente como nuestro segundo hogar, daban ganas de ir.

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Por aquellos años inolvidables al maestro pulcramente vestido se le respetaba, era como si te regañaran tus propios padres.
Los recreos y las loncheras con huevo duro aún se siente en el aroma del recuerdo ido, nadie andaba pensando en hacer cosas indebidas, a lo más pequeñas rencillas a la salida del colegio entre algunos revoltosos.

Los maestros tomaban café en la cafetería o en la dirección y nos cuidaban en el patio. Era todo un honor llevar y traer los libros del profesor, buscar el mapamundi en la dirección o la biblioteca, pedir tizas o tocar el timbre. Cuando nos daban la carpeta de asistencia de maestros para llevarlo a los salones, era un verdadero honor y privilegio.

Si pedíamos permiso para ir al baño, teníamos que volver con prontitud. Nos turnábamos para borrar el pizarrón y era un honor llegar temprano.

Era todo un privilegio indescriptible cuando estábamos en la formación cantando el himno nacional y en mí caso el himno de Italia los lunes y que mencionaran nuestro apellido. Qué alegría enorme era contarles a nuestros padres “izamos la bandera” o somos brigadieres del salón.

Que divertido era jugar fútbol con pelotas de media, saltar la cuerda, el trompo, canicas y tomar distancia en la fila, estirando la mano derecha.

Nos enseñaban que Cristóbal Colón descubrió América y que Simón Bolívar fue el Libertador, era un reto aprender sobre la historia de nuestra Patria, había curso de Educación Cívica. Hoy muchos escolares no saben ni siquiera el significado de la palabra “bicentenario”, pero conocen guerreritos de un canal de televisión que quieren emular.

No sé cuándo aprender historia, pasó a un segundo plano, no sé cuándo los maestros comenzaron a enfermarse, desde cuándo los padres golpean a los maestros o desde cuándo los mismos alumnos, sacan su furia contra ellos, cuando se perdieron los valores en plena etapa escolar.

Cuándo fue que revisar las cabezas, el corte de cabello, uñas, ausencia de maquillaje en las niñas, el largo de la falda y el estado del uniforme en general, pasó de ser un acto de salubridad a una discriminación, tiempos modernos que no entiendo.

Cuándo un acto patrio, sólo fue un día feriado más. No sé cuándo se perdió la verdadera Educación Escolar, cuándo los padres de familia salieron a marchar tras la absurda imposición de una ideología de género y los textos escolares se convirtieron en vulgar pornografía, cuándo se perdieron los valores, el respeto a los maestros como ejecutores de lo más valioso que es la enseñanza.

Si esto es el progreso o modernidad, estamos condenados al fracaso en nuestras futuras generaciones.

Permítanme rendirles tributo a mis queridos maestros del colegio italiano Antonio Raimondi de la Av. Arequipa, gracias a nuestros padres y a ellos somos lo que somos, mi gratitud eterna por tanto y tanto.

Termino con una estrofa de las Coplas de Jorge Manrique, a la muerte de su padre D. Rodrigo: «Cualquiera tiempo pasado fue mejor».

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