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Rectora de la Decana de América afirma que su lucha a favor de la autonomía universitaria recién comienza.
Por Harold Alva
Usted es la primera rectora de la universidad más antigua de América. Como mujer, ¿qué significa para usted y para la lucha por la igualdad de oportunidades en el Perú?
En el año del Bicentenario del Perú tuve el privilegio y la maravillosa oportunidad de ser elegida por la comunidad de docentes y estudiantes de San Marcos como su primera rectora. La vida democrática es fundamental para la convivencia en nuestra sociedad y una institución como la nuestra, elige a sus propias autoridades en una competencia interna y con votación universal. Es una herencia fabulosa de la reforma universitaria de Córdoba en la que el poder se comparte entre estudiantes y docentes.
Por supuesto, la predominancia de una visión patriarcal y vertical ha hecho que las sociedades pierdan inmensas posibilidades de mejora al no reconocer el aporte de la mujer en la sociedad. Por ello, mi elección como rectora de la mejor universidad del Perú, es un desafío histórico y un honor. Hemos esperado tantos siglos para reafirmar que todos deben tener las mismas oportunidades, y que las mujeres también podemos ser líderes y brillantes. Tenemos en San Marcos, extraordinarias científicas y docentes mujeres, alumnas sobresalientes, que van tomando posiciones relevantes en el país. Desde mi posición como profesora y rectora me siento orgullosa de los logros y en general del porvenir de la mujer sanmarquina. Pero esto recién comienza. Tienen que haber más decanas, más directoras de escuelas profesionales. Ya nunca más debe excluirse a alguien por el hecho de ser mujer. Es más, no debe discriminarse a nadie por su edad, por su idioma, ni por su género. Perdemos todos si hacemos ello.
Entonces, ¿hay todavía mucha discriminación en el Perú?
Por supuesto y de manera sistemática e invisible. Hay discriminación cuando todos estos años se ha puesto al margen a las universidades públicas. Al disminuir sus recursos, su capacidad de respuesta para incorporar a nuestros jóvenes se ralentiza. Y sabemos que la mayoría de nuestros estudiantes tienen escasos recursos y a la vez mucho talento.
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El ataque sistemático a la universidad pública, favoreciendo a universidades con fines de lucro, ha significado una trágica pérdida de oportunidades para todo el país. Además, se ha creado estereotipos contra los estudiantes de nuestras universidades, repitiendo ese círculo vicioso y perverso de discriminación. Y hay que sumarle el hecho de que la corrupción ha infestado muchas de las dimensiones y espacios nacionales.
Por eso, varios de los supuestos defensores de la moral y el buen orden tienen rabo de paja. Incluso, varios de sus representantes están camuflados en las organizaciones y dirimen en las situaciones educativas. Una de esas organizaciones es la Sunedu, en la cual el presidente tiene 85 años, y los puestos más importantes, aquellos que toman las decisiones, son ocupados por bachilleres. Paradójicamente, la actual Ley Universitaria cesa a los catedráticos de 75 años y la Sunedu exige que nuestros docentes universitarios tengan los máximos grados académicos, pero tampoco se les facilita ello sino por el contrario los castigan.
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