Empresarios solo se pusieron «de pie» por Vizcarra
En noviembre de 2020 la campaña de efectos políticos «ponte de pie», acompañó la selectiva protesta que se dio en rechazo a la vacancia de Martín Vizcarra.
Era la época en que la calculadamente bautizada y manipulada «generación del bicentenario» aparecía arengando a favor del «presidente de la crisis» ─y primer vacunado de la nación─ incluso entre lágrimas. A ellos se sumó mucha prensa y, sobre todo, los activistas y publicistas del Partido Morado quienes lograron imponer a Francisco Sagasti en Palacio de Gobierno luego de desenlaces violentos durante los cinco días de «dictadura» del finalmente renunciante Merino de Lama.
Al coro pro-Vizcarra se unió un sector mayoritario del gran empresariado que se puso «de pie» contra la vacancia. Y con todo. Grandes edificios de Lima se iluminaron con lemas victimizando hasta la náusea al ahora famoso «Lagarto fiu fiu». Han pasado casi dos años y el 16 de agosto último el Poder Judicial al fin aprobó el acuerdo de colaboración eficaz del extitular de Agricultura José Hernández sobre sobornos. «Exministro se declaró culpable de haber sido intermediario en la entrega de S/1.3 millones de la constructora ICCGSA» a Martín Vizcarra, tituló la prensa.
Hoy, en medio de una de las coyunturas más putrefactas de la historia política peruana y salvo breves pronunciamientos pidiendo «diálogo» y «gobernabilidad» en una pose casi neutral, se percibe un cierto vacío del sector empresarial peruano. ¿Por qué el silencio, la medianía o la inacción ante la tendencia corruptora y autoritaria de Castillo y su aparentemente «distanciado» cogobernante Cerrón?
Cuenta el director de un medio digital limeño que un empresario venezolano ─testigo del proceder de Chávez al llegar al poder─ aconsejó a sus pares peruanos a no enfrentar al régimen y adoptar una posición de «espera estratégica». Ese tipo de repliegue que permite que el autoritarismo criminal crezca hizo mucho daño a Venezuela; más aún cuando Chávez llegó a la presidencia aupado también por ciertos grupos empresariales (y ciertos «centrismos» políticos como el del expresidente Rafael Caldera quien indultó al potencial tirano en 1993) que calculaban poder controlarlo con facilidad. Craso error. Terminaron así, salvo los mercantilistas todavía enchufados al gobiernismo socialista, vendiéndole a Chávez la soga con la que después los ahorcaría… y junto a ellos, al país.
En Chile, el empresariado también generó hondas incomodidades en sectores sociales que los acusaban de haber confiado en que la «eficiencia del modelo» defendería por sí solo los avances en el campo de batalla de las ideas ante una ciudadanía apabullada por el griterío izquierdista y extremista de la «refundación». Hoy los chilenos van recelosos y abrumados por el resultado incierto de un proceso constituyente y una «nueva» Constitución impulsados por la polarización, la violencia política y el incendio proestatista e ideológico.
En suelo peruano al parecer aún no todo está perdido. Si bien es cierto emprendedores de todos los tamaños se han comprometido incluso desde antes del 28 de julio de 2021 en la lucha prodemocrática, han sido los menos. Hay expectativa, en ese sentido, de ver todavía a los grandes empresarios ponerse «de pie» como lo hicieron ─hasta tontamente─ por el procesado Vizcarra en 2020. ¿Por qué no activar ahora contra el letal prosenderismo corruptor de Castillo y Cerrón?
La ciudadanía alerta verá si esta vez dejan la exclusiva preocupación por los resultados económicos y contables y se interesan más por la respuesta política, la defensa de las instituciones, la democracia y las libertades.
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