¿Los congresistas de los Quispe Palomino?
La designación del actual congresista Guido Bellido como primer ministro del estrenado desgobierno de Pedro Castillo en julio de 2021 encendió no pocas alarmas en el país.
El riesgo no era menor en ese momento: Bellido iba a tener acceso a información privilegiada y altamente sensible sobre diversos aspectos de seguridad nacional (como los planes de operación e intervención de las fuerzas militares y policiales en todo el territorio, de los servicios de inteligencia como la DINI anexa a la PCM y donde yace data crucial sobre narcotráfico y otros desafíos criminales y violentos con objetivos políticos, entre muchos otros sobre relaciones y amenazas externas).
¿Cuál era el recelo ante ese peligro que condicionaba la seguridad interna?
Sucede que el entonces nombrado primer ministro no solo estaba siendo investigado por apología (un negacionista verbal) del terrorismo senderista primigenio, sino también —hasta hoy— por una presunta pertenencia al senderismo remanente que actúa en el VRAEM. A pedido de la Policía contraterrorista la Fiscalía inició en aquella coyuntura una segunda investigación al también congresista de “Perú Libre”; esto a raíz de las declaraciones de Eddy Villaroel, alias ‘Sacha’, quien habría señalado a Guido Bellido, al también parlamentario Guillermo Bermejo y al ‘desaparecido’ Alex Pimentel (el propagandista digital de los Quispe Palomino, asesinado, silenciado en octubre de 2021) como visitantes a los campamentos narcosenderistas del “Militarizado Partido Comunista” afincados en el VRAEM.
El escenario de cuestionamientos era pues bastante crítico y los riesgos, de alta gama.
¿Qué garantías había de que, de confirmarse las acusaciones en torno a las cuales hay incluso colaboradores eficaces (debe recordarse que el parlamentario Guillermo Bermejo advertía la expulsión de la DEA antidrogas de suelo peruano), la información de seguridad e inteligencia no sea filtrada desde el Ejecutivo controlado también por Castillo hacia los grupos narcoterroristas e ideológicos afines?
Una pregunta dura, pero legítima y que muchísimos peruanos se hacían en medio de circunstancias internas tan complicadas y donde los peligros eran imposibles de ignorar. A la sazón, investigaciones policiales replicadas por medios periodísticos daban cuenta de que el ministro de Trabajo del primer gabinete de Castillo tenía vínculos directos con el Movadef (Conare) de Sendero Luminoso; un organismo del que también existe cierte evidencia de sus nexos con los Quispe Palomino en el Vizcatán.
Además, en el frente externo y completando el combo, el expremier y aún congestión Guido Bellido llegó a sentenciar abiertamente (sumado a sus registrados comentarios homofóbicos, misóginos y discriminadores) en los medios que en Cuba y en Venezuela existen ‘democracias’ operantes y no modelos represivos totalitarios y antiliberales. El otrora canciller Héctor Béjar (exguerrillero y simpatizante político e ideológico del castrismo) inicio en agosto de 2021 en “representación de todos los peruanos” un ‘diálogo’ para la “recuperación íntegra de relaciones” con la narcodictadura chavista que controla Venezuela. De hecho con Castillo Perú volvió a reparar relaciones cómplices con Caracas.
Claramente pues la posible operatividad política del estrenado premierato de aquel año llevaba a sospecha a los peruanos que temían podría empoderar de forma subterránea a las redes extremistas internas (incluso delictivas, terroristas) y externas en las que se pretendería embrollar al país vía sondeos lentos para forzar “cambios necesarios” (que explícitamente Maduro y Diosdado Cabello habían sugerido a Castillo vía medios de prensa desde Caracas).
Avisado sobre estas legítimas dudas y crecientes desconfianzas ciudadanas, Guido Bellido —ya con el fajín— reacomodó su narrativa contradiciendo todos sus antecedentes al decir que Sendero Luminoso sí era “una organización terrorista” y que rechazaba “toda forma de violencia y de terrorismo en todos sus extremos”. Un pronunciamiento táctico para achicar resistencias políticas en busca del voto de confianza que tenía que pedir ante el Parlamento. El pan pues podía quemársele en la puerta del horno.
La opinión pública, por supuesto, tenía todo el derecho de seguir recelando, dudando seriamente de estos aparentes actos de ‘moderación’ discursiva con evidentes cálculos políticos.
Se daba además a la par un asunto que no podía obviarse: el impedimento aprobado por el Congreso (mayo 2021) anterior al que se inició el 28 de julio de hace dos años para que investigados, procesados o sentenciados por terrorismo, organización criminal y otros delitos no puedan ser miembros de las comisiones parlamentarias de Inteligencia, de Defensa Nacional, Orden Interno, Desarrollo Alternativo y Lucha contra las Drogas. Y tanto los congresistas Bermejo como Bellido calzaban en esa prohibición por estar inmersos en investigaciones sobre afiliación con el terrorismo. ¿Cómo podía el segundo lograr acceder a datos privilegiados sobre estos temas como titular del Consejo de Ministros? ¿Se pretendía imponer a Bellido precisamente para sacarle la vuelta a aquella pertinente prohibición?
Debe repetirse: la política no tiene a la ingenuidad como una de sus virtudes. Cabe recordarlo hoy más que nunca, sobre todo cuando se está ante potenciales y dosificados proyectos autoritarios políticos y delictivos.
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