Narcosenderistas del Vraem aún persiguen fines políticos
Siete policías fueron planificadamente emboscados y asesinados en el VRAEM en Pichari (Cusco) el último sábado. Las investigaciones están en curso (los atacantes se llevaron el armamento que tenían). Los uniformados se suman a los 164 efectivos de las fuerzas de seguridad (129 militares y 35 policías) asesinados entre 1999 y 2019. Las víctimas civiles de este activo nexo terror-crimen no han estado ausentes, lamentablemente.
Según data de la Dirandro a nivel nacional en 2022 se destruyeron 64 narcopistas de aterrizaje, se incautó 81 toneladas de droga y se destruyó 490 laboratorios y 848 pozas de maceración. Además de 11 mil detenidos por estos ilícitos. No obstante, la «lucha contra las drogas» (como se replica en otros países) parece no estar nada cerca de derrotar el problema.
La operación «Patriota» o «ConquistadelVizcatán» de agosto de 2022 ejecutado por las fuerzas combinadas militares y policiales (no del agrado de Castillo y asociados) que degradó a las fuerzas de Quispe Palomino (un impune senderista de la vieja guardia y uno de los dirigentes de la atroz matanza de Lucanamarca en 1983) fue importante, pero muestra aún su insuficiencia. En medio de la incitada violencia política luego de la caída del prosenderista Castillo, los remanentes de Sendero Luminoso del VRAEM (tácticamente autonombrados «Militarizado Partido Comunista») pugnan por recuperar posiciones.
Por supuesto el problema es multifactorial y flaco favor hacen algunos expertos que creen tener la varita mágica de las soluciones «perfectas» o fáciles al intrincado asunto. Lo inobjetable es que las acciones de contención al narcoterrorismo (su fin parece estar condicionado a una legalización transnacional de las drogas) no pueden disociar las intervenciones militares y policiales de seguridad e inteligencia, con los planes de desarrollo económico alternativo e integral en la base social. La fuerza y la razón no son una disyuntiva sino una coordinación en este terreno.
Como es sabido en el VRAEM opera una confluencia de terrorismo y narcotráfico. Y no es para nada nuevo. No se está descubriendo la pólvora al decirlo.
Desde inicios de los ochentas Sendero Luminoso (como el MRTA también lo haría a partir de 1985) interactuó con el narcotráfico nacional e internacional (a la par, en 1983, instalaría sus primeras «escuelas populares» y políticas en el Alto Huallaga) como medio de financiamiento (ver a propósito: «Sendero Luminoso al descubierto: cómo combatir al narcoterrorismo» Gretchn Small. 1984).
Son pues décadas de convivencia y complicidad que continúa a la fecha en el VRAEM por medio de sus remanentes ¿Sorprende lo que hoy vemos en esa zona del país?
El activo narcosenderismo del VRAEM aplicando métodos terroristas (incluso contra civiles) y delictivos no puede ser interesadamente encasillado como simples «sicarios del narcotráfico». Los fines políticos, junto a la antigua rentabilidad proporcionada por la economía ilegal a la que siempre fue afecto el senderismo primigenio y sus remanentes, aún perduran en su brutal operatividad.
La dimensión política es obvia. Hay una serie de signos al respecto. Ahí como muestras están las no tan recientes conexiones subterráneas con operadores del Sutep-Conare (Movadef, el «Sendero político») en Ayacucho (detectados vía escuchas telefónicas legales, Divinesp); los denunciados vínculos nada más y nada menos que con el otrora cogobernante Cerrón y varios miembros del actual Congreso (en vigente investigación judicial) afanosos con lo de la «ley de la coca» de inspiración boliviana. Y, sobre todo, el financiamiento detectado en las caravanas de camionetas llegadas a Lima desde el VRAEM para sumarse a la violencia política organizada luego del frustrado autogolpe del prosenderista Castillo el 7 de diciembre del 2022.
Se ha dicho que «el gran problema en el VRAEM desde hace cincuenta años es el narcotráfico». De acuerdo; pero ello no puede ni debe invisibilizar las vigentes y evidentes ramificaciones políticas y la sincronización de objetivos con sectores incluso partidarizados e ideológicos (mucho más allá de la elemental colaboración financiera).
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