Otra vez el cuento de la «división» entre Cerrón y Castillo

Nuevamente ─con el apoyo de la prensa funcional─ las estratagemas gobiernistas van a intentar instalar entre la ciudadanía que existe un «deslinde» real entre Cerrón y Castillo.

Resulta que el oficialista Perú Libre ha pedido en reciente comunicado que Castillo «renuncie a su militancia de forma irrevocable» o será expulsado vía un proceso disciplinario interno.

¿Por qué Cerrón procede «contra» Castillo? Todo indica que por táctica. Cerrón ─y sus controladores internos y externos─ sabe perfectamente que su imagen, ya generalizada entre la opinión pública como un cogobernante activo, deteriora cada vez más las posibilidades de que su asociado Castillo pueda sobrevivir políticamente, de que pueda mantener la presidencia: el premio gordo que ambos cobraron el 28 de julio de 2021.

Hay quienes señalan que el pedido de renuncia es para desmarcarse de la corrupción de la que se acusa a Castillo con miras a no afectar la participación perulibrista en las próximas elecciones subnacionales de octubre. Pero es difícil y hasta risible que ese sea el motivo de fondo. Perú Libre y Cerrón en particular, es percibido como jefe de una organización altamente delictiva. Así que es y será infructuoso intentar distanciarse de la imagen de corrupción de su socio presidencial.

Ciertamente los esfuerzos jalados de los cabellos que pugnan por aparentar «peleas» entre ambos cabecillas e incluso con otros capistotes partidarios han sido recurrentes.

En 2021 en plena ruta a la segunda vuelta, Castillo y Cerrón escenificaron pelearse para luego volver a unirse cuando el candidato ya era presidente. Sabían que era contraproducente verse como un bloque unido, sobre todo para captar el voto escéptico o indeciso que les era esquivo.

Hace un par de meses otra artimaña comenzó a agarrar forma: la armada «pelea» entre Bermejo y Cerrón. En realidad ya en octubre del año pasado Bermejo había hecho el amague de «dejar» al exgobernador de Junín llegando a integrar otra bancada parlamentaria. Hoy se dice que podría formar una «megabancada» para «liberar a Castillo de Cerrón» como si el aparente rompimiento congresal de Perú Libre significase un verdadero cambio de fondo en las posturas ideológicas y autoritarias que sin duda seguirán impulsando (incluyendo la cantaleta constituyente).

Aquí pues no hay separaciones ni líneas divisorias que se hallan activado. Hay obvio cálculo táctico circunstancial. Movimientos simples y chambones para confundir a una población cada vez más tensa ante lo que podría venirse en términos de confrontaciones sociales, políticas y económicas.

En la coyuntura, Jaime de Althaus se equivoca al resaltar que si hoy Cerrón pide «la renuncia de Castillo al partido, Cerrón y Perú Libre deben renunciar a su cuota en el gobierno y dejar (el ministerio de) Salud, Essalud, la DINI y los puestos que tiene en el MTC, Minedu, etc.».

En realidad, Perú Libre no tiene «su cuota» en el gobierno, Perú Libre es el gobierno ─el desgobierno para ser precisos─, y Castillo es una pieza más de la maquinaria izquierdista palaciega. El engañoso «deslinde» entre estos asociados es otro relanzado cuento.

Como anotábamos en anterior columna («¿Existe el ‘cerronismo’?». 22/5/2022. Expreso), no ha sido el exgobernador de Junín por sí solo el que procede presionando e infiltrando instituciones. Ha sido la misma bicefalía coordinada y presidencial Castillo-Cerrón. No es que Castillo «cede terreno» ante el «cerronismo», él mismo decide cogobernar con su interdependiente porque ambos son uno solo: por ideología, poder, complicidad, supervivencia e impunidad.

Aquí obra una relación de interdependencia, un matrimonio de conveniencia irreversible que se gestó sobre la base de profundas coincidencias ideológicas; que luego se nutrió de un proyecto político común y, un detalle no menor que suelda la honda relación: se saben mucho entre ellos. Si uno cae, cae el otro. Complicidad pura.

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