Renuncia Boluarte, triunfo de Castillo-Cerrón y sus violentos
Dos efectos inmediatos podrían darse en la escala de tensiones nacionales si la mandataria Dina Boluarte renuncia a la presidencia.
Primero, otorgaría principal y torpemente —pero no por ello menos peligroso— el triunfo de los hechos y de la narrativa violenta impulsada (entre muchos actores coludidos de tinte criminal y político) al golpista Castillo y su siempre socio Cerrón. Como es obvio la lucha política es sobre todo comunicacional. El país y las instituciones pierden rindiéndose ante los extremistas.
Segundo. Con la renuncia de la exvicepresidenta de Castillo, asumiría José Williams, excomando Chavín de Huántar y hoy presidente del Congreso. Se instala entonces el conveniente escenario para repotenciar la financiada violencia política proconstituyente. En ese posible contexto cualquier intento gubernamental de restablecer la legítima autoridad constitucional y el Estado de derecho será empaquetado como represión «militarista y de derecha». Es decir, la excusa perfecta para extremizar las protestas sincronizadas (y hasta de signo terrorista) que arrancaron posvacancia del 7 de diciembre de 2022.
Entonces, en esa línea, la claudicación de Boluarte jugaría a favor del plan antisistémico que tiene —entre otras fuerzas agresivas e ilegales— a Sendero Luminoso y el narcoterrorismo como probados protagonistas internos (el bolivariano Evo Morales juega como punta de lanza desde el flanco externo).
La pregunta es: ¿Una renuncia de Boluarte se daría (facilitando así o siendo funcional a las iracundas exigencias por una Asamblea Constituyente) como producto de una verdadera aceptación de su incapacidad para enfrentar la situación o porque de fondo nunca rompió con sus otrora aliados de la plancha presidencial a la que perteneció y los objetivos políticos «refundacionales» que los unieron?
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