Polay, ¿el Petro perucho?
El fundador del MRTA, Víctor Polay, fue apresado tres veces. En 1972 durante la era velasquista. En 1989 cayó en Huancayo casi al final del régimen aprista (un año después y a veinte días del cambio de gobierno fugaría sospechosamente del penal Castro Castro a través de un túnel junto a 47 camaradas). Y en 1992 en Lima durante el fujimorato.
Un detalle: en 1983 Polay estuvo en Libia, gobernada por Gadafi, donde se contactó con Jaime Bateman, líder del Movimiento 19 de abril (M-19), grupo guerrillero al que perteneció el actual mandatario de Colombia, Gustavo Petro (un alfil de la izquierda continental proautoritaria).
El terrorista MRTA no clausuró sus acciones con la captura final de su cabecilla. Como es sabido, ello se dio con la muerte de su sucesor Néstor Cerpa Cartolini en 1997 por intervención del efectivo Comando Chavín de Huantar.
Ya preso, en 1993, el jefe emerretista fue sentenciado a cadena perpetua; se le cambió después la pena en 2008 a 35 años de cárcel. Dos años antes llegó a decir que su plan al salir era ser candidato presidencial.
Parece ser que —en lo que queda para su pronta liberación— el “camarada Rolando“, como también se le conocía, ha iniciado un proceso de victimización política. Y ha logrado dar un paso clave en esa ruta. Esta semana la prensa informó que “la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) declaró admisible la denuncia presentada por Víctor Polay Campos contra el Estado peruano, por la condena por terrorismo en su contra, al considerar que se violaron sus garantías judiciales, se cometieron actos de tortura en su detención, incluso menciona que el encierro en penales vulneró su derecho a la libertad religiosa y estudios, entre otros puntos”.
Por lo pronto se espera que los peruanos vayan recordando los atentados terroristas perpetrados por el grupo marxista, leninista y guevarista. Ello ayudará a bloquear la intención de sectores funcionales e ideológicos de querer instalar la idea (sobre todo en los jóvenes inadvertidos) de que fue un “perseguido” o una “víctima” del “sistema capitalista y sus brazos represores”. “Polay es un preso político” llegó a decir, por ejemplo, Abel Gilvonio, excandidato al Congreso en 2016 por el izquierdista Frente Amplio de Verónika Mendoza.
“Ahora que Polay es noticia, no faltarán los que digan que el MRTA ‘mató menos’ que Sendero Luminoso y que las FFAA y que por eso ellos eran los ‘buenos’ de la película” (Gabriel Deledda), se ha escrito con razón en las activas redes sociales y digitales donde se expresan muchos de los humores ciudadanos con respecto a la política nacional.
El terrorista Polay sale libre el 2026, y así no pueda postular a la presidencia peruana no faltarán quienes justifiquen torcidamente “su lucha” y pretendan convertirlo en un referente, en una suerte de potencial Gustavo Petro; el exguerrillero del M-19, hoy presidente colombiano y acusado por financiamientos del narcotráfico a su campaña electoral.
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