«Cómo crecen los árboles»: Perú, un país sin pasado y sin raíces

Cuando toda una generación se niega a conocer la historia de su país, la sociedad se desmorona y no tiene ningún norte.


La obra nos presenta a una familia de clase media, donde la madre, Maritza (Ebelin Ortiz), trabaja en una ONG, defendiendo los derechos humanos. Su único hijo, Dante (Renato Piaggio) es un estudiante de gastronomía que sueña con inventar una nueva receta que lo lleve a la fama, mientras su novia Vania (Tania López) es una muchacha que dirige cortos en los que trata de expresar, sobre todo, la belleza de un escenario idílico o perfecto.

Los personajes más jóvenes miran con simpatía a Paulina (Flor Castillo), la mujer ayacuchana que realiza las labores domésticas en la casa, pero lo ignoran todo sobre ella, casi como lo ignoran todo sobre el Perú. De hecho, se plantea cómo las nuevas generaciones no tienen interés alguno en conocer la historia del país y, mucho menos, su pasado más truculento, como los episodios de terrorismo, y prefieren vivir en la burbuja suave que les proporcionan las comodidades y la superabundancia de información que les ofrece la red, aunque consuman muy pocos productos con un valor cultural verdadero.

Esta ignorancia del pasado los desarraiga y provoca en ellos problemas de identidad, son como veletas a merced del viento, con una dirección siempre cambiante, con nada que les surja de las entrañas porque no tienen raíces, no les importa conocer su pasado familiar ni mucho menos el pasado inmediato o remoto del país.

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Por otro lado, la obra presenta también a personajes con un carácter marcado, como el de Maritza, quien defiende los derechos humanos, pero es feminista y está a favor del aborto, con lo que su discurso provida se vuelve endeble, pues defiende los derechos humanos un poco desde la tribuna, cuando estos no le tocan de cerca ni la involucran.

Asimismo, vemos a un personaje como el de Paulina, una campesina que viene a Lima desde su natal Ayacucho, que, aunque es vista con cierta condescendencia por los citadinos, no logra establecer un verdadero diálogo con ellos. Ambos bandos se miran el uno al otro, sonrientes, pero como separados por un abismo insalvable, sobre todo, porque lo provinciano es visto por la mayoría de limeños como algo que les provoca bostezos, pues no se dan la oportunidad de conocer profundamente el país.

Hace su aparición también el personaje de Tomás (Gustavo Mayer), quien es el padre de Dante, un militar retirado que incursionó con su tropa en la comunidad de Yauyos, Ayacucho, ajusticiando a decenas de pobladores, ya que habían sido acusados de terrorismo. Tomás alega que tuvo que hacer el trabajo sucio para que ahora las nuevas generaciones lo señalen con el dedo y le llamen asesino, cuando viven en medio de la paz y la prosperidad (en la época en que se escribió la obra, en el año 2014), gracias justamente a los militares y los policías que detestan.

Como bien se ha dicho, “Cómo crecen los árboles” es el único drama en que es el padre quien busca al hijo, pero este último no quiere ser encontrado, lo cual parece simbolizar cómo nuestras generaciones más jóvenes no quieren saber nada con el pasado y viven metidas en una burbuja irreal, en un mundo feliz que, lamentablemente, ya no existe.

La obra señala una crisis generacional, cultural y política, en la que el Perú se divide en dos bandos irreconciliables: los conservadores y los progresistas, que entablan discusiones donde nadie se escucha. Y un país dividido no camina hacia ningún lado, porque no puede forjar un futuro en común.

Por Evelyn García Tirado 

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