¿Es inmoral aspirar a la inmortalidad?: “Pruébame que los duendes no existen”, asegura Víctor García-Belaunde Velarde

Los defensores del transhumanismo buscamos realzar los elementos encomiables de la naturaleza humana y reducir o eliminar los indeseables.

Diario expreso - ¿Es inmoral aspirar a la inmortalidad?: “Pruébame que los duendes no existen”, asegura Víctor García-Belaunde Velarde

Víctor García-Belaunde Velarde afirma que los defensores del transhumanismo buscan realzar los elementos encomiables de la naturaleza humana y reducir o eliminar los indeseables; y, que, por eso, se debe descartar el mito de una naturaleza estática y abordar la discusión sobre qué características conservar y cuáles mejorar en aras de la prosperidad humana.

Personalmente creo en Dios, me determina la metafísica, pero, debo reconocer el derecho a tener otros pensamientos, otras formas de religión, incluso a hacer de la ciencia una religión. Te pregunto, ¿qué entiendes por la genética de Dios y por el ateísmo?

¿Ser ateo significa tener la convicción de que Dios no existe? ¿O se opta por no creer frente a la falta de evidencia? ¿Cómo podrías probar la inexistencia de un dios en un universo inexplorado? Quienes tienen la carga de prueba son los creyentes, no los ateos. Si yo te digo que creo en los duendes y tú me respondes que no crees en ellos, ¿cómo resolvemos el asunto? Quien tenga la creencia extraordinaria en duendes tendrá el deber intelectual de probarla, no quien no crea en ellos. Sería absurdo que yo te diga: “pruébame que los duendes no existen” A este error en lógica se le denomina reversión de la carga de la prueba. Es imposible probar la inexistencia de duendes, hadas, unicornios, dioses o seres que podrían vivir en otras galaxias. Además, resulta que la mayoría somos ateos frente a la variedad de deidades que ha venerado la humanidad. Los ateos dan ese paso definitivo y dejan de creer en el último dios en el que fueron adoctrinados, en mi caso fue dejar de creer en Jesucristo. Los ateos vivimos como si dios no existiera, tan despreocupadamente como viven los “ateos” de los duendes y las hadas.

En mi libro “La genética de Dios” no critico la existencia de Dios, eso se lo dejo a los creyentes que tienen la carga de la prueba. Propongo que se debe reemplazar la idea de una naturaleza humana inmutable por una naturaleza susceptible de ser mejorada y defiendo la investigación científica para el perfeccionamiento humano frente a la pretensión prohibitiva de los conservadores que alarman que no se debe “jugar a ser dios” en ingeniería genética.

¿Crees que hoy estamos ante el final de Dios, ante el final del hombre, y, como postula Yuval Noaḥ Harari, ante el nacimiento de un “homo deus”?

La idea del “homo deus” planteada por Harari traza el surgimiento de un ser humano superior gracias a los avances tecnológicos. Pero la tecnificación del hombre no es algo reciente en nuestra especie. El hombre siempre ha modificado sus entornos y estos, a su vez, han modificado su naturaleza. Algo tan simple como la morfología de nuestras manos surgió gracias a las herramientas que fuimos creando y aumentaron en complejidad. La diferencia es que ahora tenemos mayor control sobre nuestra evolución del que tenían nuestros antepasados. Si la racionalidad es parte de nuestra naturaleza, ¿cómo podemos renegar de nuestra capacidad de superarnos? Las especies varían gradualmente por selección natural, pero al ver al hombre como una creación y no como un ser en constante evolución, imperfecto e inacabado, renunciaríamos a alcanzar capacidades que solían asociarse con los dioses. La evolución es un proceso complejo donde los cambios se dan progresivamente. No existe un último “homo erectus” y un primer “homo sapiens”, así como no existirá un último “homo sapiens” y un primer “homo deus”.

El transhumanismo busca terminar con el hombre, como concepto y como entidad, al insertarle cibernética. En todo caso, ¿cuánto de la actual naturaleza humana ha de sobrevivir ante el proyecto transhumanista?

Los defensores del transhumanismo buscamos realzar los elementos encomiables de la naturaleza humana y reducir o eliminar los indeseables. Por eso debemos descartar el mito de una naturaleza estática y abordar la discusión sobre qué características conservar y cuáles mejorar en aras de la prosperidad humana. En el otro lado de la acera están los bioconservadores que califican las mejoras (como el aspirar a ser super inteligentes o superlongevos) como “deshumanizantes”. No se han enterado que venimos haciéndolo desde la modernidad: hemos triplicado nuestra expectativa de vida y nos seguimos haciendo más inteligentes. ¿Acaso es inmoral aspirar a la inmortalidad? La vejez es un problema técnico que será superado en las próximas décadas. Respeto el derecho de los bioconservadores a morirse, pero no pueden imponer sus prohibiciones sobre los que deseamos seguir viviendo. Lo verdaderamente deshumanizante es aferrarse a una genética precaria, producto de la competencia brutal por la supervivencia, y rechazar las mejoras tecnológicas.

Finalmente, nárranos brevemente la utopía de la conversión del hombre, como señala Miklos Lukacs, en una especie de “neo ente”

El concepto “neo ente”, del libro de Lukacs, forma parte de la retórica bioconservadora que se opone al proyecto transhumanista. Utiliza la falacia de la pendiente resbaladiza para alertarnos sobre posibles consecuencias indeseadas de la incorporación tecnológica. A partir de ejemplos particulares generaliza sobre posibles amenazas futuras y pone como ejemplo a personas transespecie, quienes creen tener la identidad de algún animal, o a los artistas cyborg, quienes están dispuestos a fusionarse con la tecnología para superar las limitaciones del cuerpo humano, como hizo Neil Harbisson al implantarse una antena en el cráneo para percibir vibraciones audibles a partir de radiación electromagnética indetectable para los demás.

Ficha técnica

Víctor Andrés García-Belaunde es educador, psicólogo y eticista. Se graduó en psicología por la Universidad de Lima, y obtuvo dos maestrías, en Historia de la Filosofía en la Universidad, por la Nacional Mayor de San Marcos, y en Ética Profesional y Aplicada, por la Universidad Nacional de Australia, Ha publicado los libros titulados ‘La crítica del alma’, ‘La genética de Dios’.

Por Juan Antonio Bazán

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