Las otras dimensiones de Evelyn García
La novela “La casa del sol naciente”, de la joven escritora peruana Evelyn García Tirado, es para mí una sonda que orbita el lejano planeta de la Imaginación, precisamente en estos tiempos, cuando la imaginación atraviesa el escarnio y el desprestigio por parte de quienes creen que los beneficios del realismo implican a priori una batalla contra las “otras dimensiones”.
(Cuánto más ganaría el realismo posmoderno, ya que estamos, si se permitiera fisuras por las cuales dejar pasar la extraña luz de lo inexplicable y lo mágico). Es en esas otras dimensiones, colindantes con las pequeñas cosas cotidianas, o tal vez, más bien, contenidas en ellas, donde Evelyn García da vida a sus personajes, un poco góticos, un poco ‘wild’ (en el sentido de Oscar Wilde, si me permiten), y lo suficientemente enfermos como para hacer de ese umbral entre la vida y la muerte, entre la sabiduría y el nuevo nacimiento, que es toda enfermedad, una vía de descubrimiento del mundo.
MÁS INFORMACIÓN: Evelyn García: “Quería representar esa simbiosis que es el Perú”
Las historias de “La casa del sol naciente” corren en un aparente paralelismo, pero en realidad están trenzadas celularmente, es decir, coexisten a través de membranas espaciotemporales que García Tirado teje con hilos de distinto de color: los invisibles, que mueven la subjetividad de los personajes, y aquellos irisados que sostienen las escenas en lo que podríamos llamar “el mundo de arriba”. Y es que si algo me parece en particular rico en esta novela bellamente anacrónica es la preeminencia que la escritora le otorga a las epifanías, tanto en su sentido religioso como psíquico o psicológico. En ese “mundo de abajo” los personajes cifran (mediante epifanías, sueños, vigilias y deseos) aquello que los ha transformado y que los conducirá a una última transfiguración.
Los hermanos Croizen, quienes habitan en una casa frente a un oscuro monte de olivos, entran en contacto con Mina, una niña que experimenta el complejo de Electra y cuyo comportamiento roza el desequilibrio y las manías sobrenaturales. Será ese bosque el espacio perfecto para el viaje cuántico, pues Mina se encuentra allí con su hermano muerto, de escalofriante parecido con el chico Croizen. El hermano, víctima de una enfermedad cardiaca, había adquirido, sin embargo, el don de curar con las manos. Es cierto, García hace que sus personajes sufran fiebres religiosas, experiencias místicas, revelaciones, a modo de plantear un nuevo humanismo frente a una lógica que solo en apariencia ha superado el primer corsé del positivismo.
Por otra parte, el eje dramático en esta novela con aires de cuentos germánicos de los hermanos Grimm reside en la tiranía de la infancia, ese momento en que lo diurno y lo sobrenatural no están peleados, sino que complotan tenazmente contra los rigores de la adultez domesticada. (Por Giovanna Rivero)
SEGUIR LEYENDO:
Martín Vizcarra acusa al Congreso de «venganza política» en su contra
Dina Boluarte: advierten a presidenta que hay aliados de terroristas colombianos en Perú
Destrucción arqueológica en Lima: patrimonio cultural en riesgo
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.