Fuga de capitales se tornará imparable
POR PLINIO ESQUINARILA
La economía peruana, como nunca, refleja la tremenda incertidumbre política que vive el país. Las relaciones humanas se han deteriorado y todo el andamiaje y las reformas judiciales y políticas posteriores a la caída del fujimorismo en el año 2000 hacen crisis. Es así porque las reglas de la Constitución de 1993 que tirios y troyanos aceptaron respetar han estallado con el cierre del Congreso el 30 de agosto del 2020 y la figura aberrante de la “denegación fáctica” de una cuestión de confianza que no viene al caso detallar.
Desde ese momento, ya nada es igual. Y es que el país cosecha la debacle de toda la superestructura jurídico política armada por la izquierda ‘caviar’ en los diferentes gobiernos en este lapso de 20 años, a partir de la presidencia transitoria de Valentín Paniagua (2000-2001) hasta las últimas reformas constitucionales de Martín Vizcarra (2018-2020) y su “comisión de notables”.
Además, los peruanos hemos heredado el peor manejo de pandemia del mundo porque María Antonieta Alva, cuando era titular de Economía y Finanzas, tuvo el cuajo de informar que para afrontar los gastos de pandemia había comprometido el 12 % de un PBI de 235,000 millones de dólares y después insinuó que se llegó al 17%, que incluyó la desaparición del Fondo de Estabilización Fiscal (FEF) que en su mejor momento tuvo más de 9,000 millones de dólares.
Este rumbo irresponsable y de despilfarro ha llevado al país a una colisión acicateada en estas elecciones por la maraña legal armada, de “manera excepcional”, so pretexto de la pandemia, la misma que colisiona con la Constitución vigente y la Ley Orgánica de Elecciones, con tal de allanar el camino del triunfo de la izquierda con apoyo del sistema electoral y del Ejecutivo.
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