¡Alertas con Petroperú!
¡Alertas con Petroperú!
El ministro de Economía, José Arista, ha sido miembro del directorio del Banco de la Nación y asesor del despacho ministerial del Ministerio de Economía y Finanzas. Entre los años 2017 a 2018, ocupó el cargo de ministro de Agricultura y Riego designado por Pedro Pablo Kuczynski, integrando el “Gabinete de la Reconciliación” que presidiera Mercedes Aráoz. Brevísimamente, ocupó la cartera de Economía en la efímera gestión de Manuel Merino.
Renunció tras el fallecimiento de “Inti y Bryan”, dando a entender su inclinación caviar. Hasta que en febrero de este año, la presidenta Dina Boluarte lo designó ministro de Economía en reemplazo del renunciante, ineficiente Alex Contreras Miranda. Hombre de pocas –en rigor, poquísimas– palabras, de él no podrá decirse que destaca precisamente en materia económica pues, específicamente, nadie ha hablado de aquello. No pertenece entonces a esa generación de poderosos ministros de Economía –el último de los cuales fue Luis Carranza– a quienes sus pares escuchaban con muchísima atención durante los consejos de ministros; y/o a quienes entendían y respetaban los congresistas al tiempo que, incluso por voluntad propia, estos se presentaban al Congreso para explicar cualquiera coyuntura. En resumen, Arista es un ministro de Economía peso ligero, en medio de un combate contra un púgil categoría pesado que representa a la implacable crisis generalizada que agobia al Perú.
Patrimonialmente, hoy Arista encarna a los 33 millones de peruanos. Y su conducta puede ser el fiel de la balanza que implique involucrar –todavía más– a la caja Fiscal (capital suyo, amable lector) en la quiebra de Petroperú.
La alternativa sería evitar aquello, dejándola libre para que busque a algún mecenas privado que quisiera apostar –por su cuenta– a convertirla en una sociedad rentable, que compita con todas las demás petroleras del planeta.
Porque tan sólo la sugerencia de volver a rascar la olla para aportarle otros dos o tres mil millones de dólares –provenientes de la caja fiscal (dinero suyo, amable lector)– aquellos recursos sólo servirían para prolongar artificialmente dos o tres meses más la agonía de esta petrolera estatal que, a la fecha, debe alrededor de US$ 8,500 millones (entre acreedores privados y el Estado peruano); sin probabilidad alguna de generar utilidades sobre sus monstruosos costos fijos (abultada planilla, gigantesco gasto de mantenimiento que ahora incluye a la nueva Refinería que acabará costando unos US$ 8,000,00, etc.) para, encima, amortizar deuda. ¡Es decir, una reverenda utopía, vista desde cualquier perspectiva!
Aparentemente el silencio del ministro Arista se debería a su implícita decisión de ceder a la tentación totalitaria de las izquierdas, de echar mano –nuevamente– a sus ahorros, amable lector (bautizados como “la caja fiscal”); y conducir muy pronto al Estado al escenario de quiebra fiscal que ya vivimos hacia finales del siglo pasado. Con las gravísimas secuelas sociales, políticas, económicas –incluso terrorismo– que sólo resolvió el “shock” económico que impuso Fujimori, con la oposición de toda la gama de izquierdas que anhelaban continuar ahondando esa crisis per saecula. Coyuntura que acabó desatando la peor crisis sociopolítica de nuestra historia, que perdura carcomiéndonos hasta hoy.
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