Basta de tanta ingenuidad

Basta de tanta ingenuidad

El Congreso de la República acaba de cerrar la segunda legislatura ordinaria del año legislativo 2023-2024. A fines de julio próximo se deberá iniciar la primera legislatura ordinaria del año legislativo 2024-2025.
Según mencionamos hace dos semanas, el Congreso de la República inició el quinquenio para el que fue elegido en las elecciones generales de abril de 2021 teniendo diez grupos parlamentarios o bancadas, de los que a la fecha, solo quedan nueve, y se han creado tres nuevos; dieciocho congresistas no pertenecen a ninguno de estos grupos, manteniéndose como “no agrupados”.
Ningún grupo parlamentario tiene mayoría absoluta, el más grande actualmente, la bancada de Fuerza Popular, cuenta con veintidós congresistas y duplica en número a los cuatro grupos que le siguen en tamaño, cada uno con once integrantes (APP, CD-JPP, PL y PP). De los restantes, uno tiene nueve miembros (BM), dos ocho, (AP y AvP) uno seis (RP) y tres cinco (PB, HD y SP).
Detallo esto para hacer evidente que ninguna bancada tiene siquiera un quinto del total de votos y que en el mejor de los casos se necesita de al menos cinco bancadas –comenzando por las más numerosas– para aprobar una ley orgánica y de ocho para una reforma constitucional. En ese mismo orden de ideas, en el supuesto que una sesión del Pleno se abriera con la concurrencia de solo sesenta y seis de los congresistas, para aprobar una ley ordinaria se requeriría de tres bancadas.
Muchas veces con razón pero tantas otras sin ella, la opinión pública –orientada por opinólogos en la prensa y en las redes sociales– oscila, sin ninguna preocupación ni menos atención al tamaño de cada bancada, entre criticar al Congreso y a los congresistas si no llegan a acuerdos y también si los logran. En este último caso resulta más encarnizada aún la crítica y hasta se suele responsabilizar a una o dos bancadas, casi siempre a la de Fuerza Popular, a la que suman –según conveniencia– imaginarias alianzas con APP o con PL, como si solo ellas existieran y sus votos fueran suficientes.
En días recientes arrecia el cargamontón, incluso de gremios empresariales, sobre decisiones logradas en el Parlamento Nacional como si los temas políticos y jurídicos no fueran en principio opinables, y difícil alcanzar acuerdos en un Congreso fragmentado, donde hay que ceder y conceder para lograr una base mínima de acción.
Pretendo pensar bien y que se trata solo de ingenuidad, no así de torpeza, menos aún malintencionada, de los supuestos “buenos”.

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