Bicameralidad y otras reformas
Bicameralidad y otras reformas
La próxima semana, al parecer, el Congreso volverá a intentar aprobar la bicameralidad, lo que significa un paso importante en las reformas del sistema parlamentario. Lamentablemente el sistema unicameral fracasó por el exceso, entre otros, de las exoneraciones a la segunda votación de los proyectos de ley aprobados que en promedio llegan al más del 90%, haciendo que las iniciativas no se debatan a profundidad, generando un alto nivel de observaciones y por consiguiente un alto número de leyes aprobadas por insistencia. Es decir, el Congreso se daba el gusto de aprobar las leyes a sabiendas que sus iniciativas tenían imperfecciones.
El sistema bicameral debe existir, pero con modificaciones para hacer que la legislación se apruebe sin el retardo que la población requiere. El sistema bicameral anterior, por ejemplo, permitía que ambas cámaras tengan iniciativa legislativa. Ello trajo como consecuencia que las leyes demoraran en salir ya que las dos cámaras revisaban lo aprobado por la otra. Ahora sería pertinente que en una de ellas se inicie el proceso legislativo y la otra revise lo aprobado, evitando los proceso de insistencia y no insistencia, que generaban que las leyes se aprueben luego de meses o años. Asimismo, las funciones de control político deben estar bien diseñadas para una sola cámara y que la otra se dedique la ratificación y nombramientos de los altos funcionarios del Estado. Por otro lado, las iniciativas del gobierno deben tener un trato preferencial, y que sus informes sean vinculantes tratándose de aspectos presupuestarios, ya que de no ser así podrían generar problemas de exceso de gasto fiscal y, por ende, convertirse en un problema inflacionario en el mediano plazo.
Hoy no sucede eso, y el Congreso le saca la vuelta a las restricciones de iniciativa del gasto y aprueban leyes declarativas que, si bien contienen aspiraciones regionales que, en muchos casos, son justas, pero generan expectativas y presiones ante los órganos del gobierno ligados al manejo económico del país. En resumen, la bicameralidad es de suma importancia, pero debe estar acompañada de la renovación del Congreso por tercios o mitades a la mitad del período, así como la posibilidad de tener el voto libre o facultativo, la elección de parlamentarios por distritos uninominales y la reelección parlamentaria. El Congreso debe entender que por más que la población esté en contra de las reformas, no siempre la población sabe lo que el país necesita.
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