Carlos Germán Belli
Carlos Germán Belli
Ha muerto el poeta peruano más grande desde César Vallejo. Pese a su sencillez y lejanía, tuvo consagratorios reconocimientos: fue propuesto para el Nobel de Literatura y candidato al premio Cervantes en varias oportunidades. Carlos Germán Belli, el poeta sin antecedentes ni seguidores, el mago de la palabra arisca pero tierna, el amanuense del senado de la República del Perú, ha fallecido a los 96 años.
Escribió ¡Oh Hada Cibernética! (1962), Los versos juntos. 1946-2008 que contiene su poesía completa, Canciones de un perito en nada (Academia peruana de la lengua, 2015), Morar en la superficie. Prosas (Fondo de Cultura Económica, 2015) y Salve Spes (2000). Alternó su obra literaria con escritos periodísticos, traducciones y un trabajo de amanuense en el Senado de la República por muchos años.
Su poesía es, sin duda, compleja pero siempre con vestigios de compasión y de ternura. “Yo, mamá, mis dos hermanos/ y muchos peruanitos/ abrimos un hueco hondo, hondo/ donde nos guarecemos, / porque arriba todo tiene dueño, / todo está cerrado con llave, / sellado firmemente, /…y optamos por hundirnos/ en el fondo de la tierra, / más abajo que nunca, / lejos, muy lejos de los jefes, / hoy domingo, / lejos, muy lejos de los dueños, / entre las patas de los animalitos, / porque arriba hay algunos que manejan todo, / que escriben, que cantan, que bailan, / que hablan hermosamente, / y nosotros, rojos de vergüenza,/ tan sólo deseamos desaparecer/ en pedacititos.”
Era como un fraile y sin embargo nunca hablaba de Dios. Del amor dijo esto, inabarcable: “Algún día el amor yo al fin alcanzaré, / tal como es entre mis mayores muertos: / no dentro de los ojos, sino fuera/ invisible, más perenne, / si de fuego no, de aire”.
Cuidó a su hermano Miguel como una madre. Nacieron juntos, pero Miguel perdió en el parto todo movimiento y quedó paralítico. Lo vi varias veces cargándolo de su cama al sillón: años de años juntos, Castor y Pólux, como escribió en versos memorables: el uno “fijo en la terrenal corteza, pero que también parte en pos de su destino que por suerte no es ya de un gris efebo” y el otro “que la grandeza humana la corona a través de su hermano al velar cada átomo de él siempre”.
Les he dicho a mis dos hijos –y se los repito ahora– que se quieran como Castor y Pólux se quisieron.
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