Carlos III y la importancia de la monarquía
Carlos III y la importancia de la monarquía
Los Estados miembros de la ONU -son 193- tienen diversos sistemas y regímenes políticos de gobierno. El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (RU), que acaba de llamar la atención planetaria por la coronación de Carlos III, es uno de ellos, y no es incompatible con la democracia, aunque no lo crean ciertos sectores abolicionistas o antimonárquicos.
El RU es una monarquía constitucional como España, Marruecos, etc., en la que el rey personifica a la Nación y es el jefe de Estado, y cuenta con un parlamento -la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes-, que es el poder legislativo, en cuya cabeza también está el rey. Carlos III ha cumplido con el rigor del duelo por la muerte de su madre, la querida reina Isabel II, la monarca que más tiempo ha permanecido en el trono (+ de 70 años), habiendo sido coronada al año siguiente (1953) de la muerte de su padre, Jorge VI.
Aunque es verdad que un 58% de los británicos (67.33 millones en total), quiere a su monarquía, sigo pensando de que si la reina consorte -Camila, ayer también fue coronada-, hubiera sido la extrañadísima princesa Diana de Gales, fallecida trágicamente en París en 1997 por accidente automovilístico en su deseo de evadir a los paparazzi, la aceptación de la pareja real hubiera sido muy alta. La histórica ceremonia en la emblemática abadía de Westminster del siglo XI y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que ayer vimos en directo todos los que madrugamos, ha sido una de dominante tradición religiosa, elevando a Carlos como jefe de la Iglesia Anglicana.
Comprendió la juramentación, el ungimiento, la entronización y la coronación de Carlos III, que ganó este privilegio por ser el primogénito, de 74 años, de la reina Isabel II; además, preside la Mancomunidad de Naciones que integran 56 Estados y es rey de 17 de ellos. Nuestra relación bilateral data de 1823. Muchos migrantes, como mi bisabuelo, Raymond Mackay, que hizo raíces en el Perú, descansan en el Cementerio Británico del Callao, y cuyas costumbres, como “la hora del té”, mi madre, Hilda, de casi 90 años, con orgullo, la conserva intacta en casa.
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