Celebremos la verdadera Navidad
Celebremos la verdadera Navidad
Discutir sobre la fecha del nacimiento del Señor Jesús o sobre lo que antes se festejaba el 25 de diciembre es irrelevante, lo importante es que en esa fecha recordamos que el Cristo Redentor vino al mundo y nació en la condición humana más humilde, siendo hijo de Dios, para salvarnos y librarnos de la sujeción al imperio del mal.
Los adornos que aluden una fiesta de duendes rojos y regalos intentan separar nuestra atención del verdadero motivo de la Navidad, en la cual celebramos la venida de Cristo al mundo para salvar al ser humano del mal, para librarlo de su yugo, y prepararlo para participar del establecimiento del Reino de Dios en la Tierra, motivos por los cuales hemos venido orando hace más de 2000 años declarando el Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu Reino… y líbranos del mal…”.
Esa fe en ese Cristo viviente es la que nos ha convertido en hijos de Dios y nos ha devuelto la libertad con que Él nos creó.
Las pretensiones de seguir dominando el mundo por el poder del mal no tienen más lugar en la Tierra, su tiempo terminó, y ahora tenemos muchos más motivos para celebrar la verdadera Navidad, la que invoca la presencia de Cristo, el Redentor victorioso de la humanidad, que muy pronto vuelve.
La Navidad es el nacimiento de Cristo hecho hombre por el milagro de la santa concepción de la Virgen María, y que transformó todas las cosas a pesar de que su muerte en la cruz parecía una derrota, pero que en su resurrección trajo la más grande Victoria de los siglos del Bien sobre el mal.
Cuando el hombre se convierte a Cristo por la fe en Él, es transformado por el poder de Dios, el que robaba no roba más, el que mentía no miente más, el que defraudaba no defrauda más, no por imposición religiosa, sino porque el mal que hacía que actuara antes malignamente, es quitado y reemplazado por el Bien de Dios en el alma humana, el cual sólo le guía a hacer lo bueno.
La gran transformación de las naciones no radica en esfuerzos humanos, sino en la decisión de los pueblos de volverse a Dios por la fe en Jesucristo, lo cual no es religión, sino el poder vivo de Dios obrando para transformarlos del mal hacia el Bien.
Seamos transformados por ese poder y celebremos la verdadera Navidad, para que podamos ver la transformación del Perú en la nación próspera, libre y justa que todos anhelamos.
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