Coraje de supremo

Coraje de supremo

Hay jueces supremos cuya historia merece ser contada. Quizás la historia tenga sus sombras, pero también tiene sus grandes luces. Es importante mencionar al presidente de la Corte Suprema, Juan Antonio Ribeyro, quien dio resistencia a los invasores chilenos desde el Poder Judicial, rebelándose y dejándolos sin justicia. Persistió pese a la presión. El presidente impuesto por Chile, Francisco García Calderón, lo amenazó con sanciones penales, pero Ribeyro no se inmutó. Curiosamente, Ribeyro era a la vez catedrático de Derecho y le tocó ser el rector que durante más años ejerció ese cargo en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, desde 1868 hasta 1886. Un jusnaturalista y hombre de lo justo.

Estos actos dignos de confrontación con el poder autoritario desde la justicia recuerdan la valiente actitud del juez supremo Eusebio Sánchez en aquellos días de 1872 cuando los hermanos Gutiérrez se levantaron contra la elección de Manuel Pardo, fusilando incluso al presidente Balta. Se recuerda que el pueblo colgó los cadáveres de los militares golpistas en una torre de la catedral y que tres de los cuatro fueron masacrados por la turba. El juez supremo Sánchez se acercó a la prisión de algunos de los secuaces y el coronel Silvestre Gutiérrez se le apareció con su gigantesco caballo y el arma arriba para amenazar al supremo y forzar la liberación de sus compinches. El digno Sánchez permaneció imperturbable con el caballo casi cayéndole sobre el cuerpo: “La Constitución y la ley son más fuertes que las armas y yo me debo a ellas”. Hubiera estado dispuesto a morir en defensa de la legalidad.

Hay muchos casos más, pero una columna no alcanza. Podría recordarse al digno presidente de la Corte Suprema, Domingo García Rada, que no hizo la visita de cortesía al golpista Juan Velasco Alvarado, confrontándolo, lo que molestó mucho al nuevo dictador, y lamentó el golpe sin temer las represalias. García Rada, ejemplar hombre de Derecho, fue atacado por Sendero Luminoso y de seguro el atentado acortó su vida.

Son muchos cuyas historias luminosas deberían conocerse, aunque hay otros que no merecen mención. En los años 30, el presidente de la Suprema, en su Memoria, no mencionó la revolución en curso. Tampoco objetó la separación de algunos supremos. En los 40, el presidente saliente de la Corte no fue severo con el dictador, al revés. Es bueno conocer la historia para homenajear lo que sí tiene lustre.

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