Desaliento históricamente enfermizo…

Desaliento históricamente enfermizo…

Desde que tengo uso de razón, siempre que se producían grandes inversiones provenientes del exterior para la explotación de alguna de nuestras inmensas riquezas naturales, escuchaba la plañidera cantaleta de que “vienen a llevarse nuestra riqueza” y “ellos se enriquecen mientras nosotros cada día somos más pobres” o “vienen a robarnos impunemente e impiden nuestra industrialización”, entre otras expresiones lacrimógenas de gente que solo sabía lamentarse de su propia incapacidad sin mostrar, ni la población ni los gobiernos sucesivos, actos concretos para, utilizando la fuerza productiva de la gran inversión extranjera, construir las bases para un desarrollo sostenido generando su propia tecnología con la idónea capacitación de sus profesionales y técnicos.
Primero fue la reacción contra la gran inversión minera, con la cual el país ha despilfarrado miles de millones provenientes del canon, sea porque los gobiernos estaban plagados de corruptos a quienes nunca les interesó plasmar políticas coherentes de desarrollo o porque las comunidades beneficiadas con un mundo de dinero que jamás pensaron que podían tener a su disposición, olvidaron que sus reclamos tenían que ser dirigidos hacia los gobiernos de turno y no a las empresas a las cuales culpaban de todo para negociar bajo la mesa compensaciones nada santas.
Ahora que se va a inaugurar el mega puerto de Chancay, el coro de plañideros se ha desatado por todos lados y en todos los tonos, buscándole tres pies al gato para colocar a los chinos como los nuevos extractores y explotadores.
Formulo estas reflexiones, tal vez con una amarga dosis de bilis, porque nadie se ha fijado en que China, en cuarenta años, pasó de ser un país de campesinos que se morían de hambre literalmente hablando a convertirse en una gigantesca potencia económica que ya le disputa de igual a igual la primacía económica mundial a los Estados Unidos de Norteamérica. Sí, cuando Kissinger, aprovechando la apertura comercial y el capitalismo emergente que de un modo muy inteligente diseñó y puso en práctica Deng Xiaoping, logró que China aceptase las grandes inversiones provenientes de países de occidente con mano de obra barata, pero imponiendo reglas para que su gente accediera a puestos de trabajo en cada gran fábrica que se iba instalando, todos los chinos hubiesen reaccionado plañideramente como ocurre en nuestro país, jamás hubiesen logrado ni el desarrollo económico ni la recuperación de Hong Kong y Shanghái de manos de los británicos, concediéndoles autonomía y hasta su propia Constitución.
China actuó pragmáticamente: a mayor inversión extranjera, mayor tecnología y más puestos de trabajo. A partir de allí, dispuso una inmensa inversión en educación, investigación y tecnología, promoviendo el acceso masivo de los chinos a la educación especializada y, además, premiando a los mejores con becas para estudios en el exterior en las mejores universidades del mundo. Con esas nuevas generaciones comenzó a construir su propia estructura tecnológica. ¿No podemos entender que ellos, al igual que Japón, imitaron, igualaron y superaron?

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