Gran noticia que nos llega desde las Naciones Unidas -la destacada diplomática peruana, Doris Sotomayor Yalán, que fuera jefa por nuestro país en diversas rondas de negociación para la ordenación pesquera en el Alta Mar (AM) del Pacífico Sur, fue la primera en darme aviso-, sobre el reciente acuerdo a que han llegado los países de la ONU de aprobar próximamente un tratado global para proteger el AM. Se trata de un nuevo beneficio de la ONU sobre el AM, que es el espacio marítimo que se encuentra más allá de las 200 millas de soberanía y jurisdicción del Estado costero -representa 2/3 de los océanos-, es decir, iniciándose en la milla 201 ha sido objeto de pesca indiscriminada por grandes flotas de Estados poderosos y distantes dada la ausencia de regulación específica.

No es un secreto de que fuera del límite exterior que separa a las 200 millas del AM yacen ancladas numerosas embarcaciones extranjeras y no precisamente para disfrutar del mar, donde la vida es más sabrosa, sino para depredar los recursos que se encuentran fuera de esa distancia -en el caso peruano, fuera del Mar de Grau-, sin poder hacer nada ante verdaderos barcos fábrica a la vista que por las noches ingresan a las 200 millas o tienden sus poderosos sistemas de pesca desde afuera, levantando todo lo que encuentren en nuestro mar, de los más ricos del mundo, gracias al fitoplancton y al zooplancton (sopa marina) producidos por las aguas frías de nuestra región marítima.

El AM, conocido como “mar de todos y mar de nadie”, ya está protegido por la Convención del Mar de 1982 del que hasta ahora no somos parte por la enorme confusión de muchos peruanos y la demagogia y mala fe de otros pocos nacionales, instrumento ecuménico que Javier Pérez de Cuéllar llamó “Constitución de los Océanos”. Carácter para actuar como hombres de Estado y por los intereses nacionales es lo que falta en el Perú.

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