El corresponsal de guerra

El corresponsal de guerra

Ayer, 1 de octubre, en el Perú se celebró el “Día del Periodista”, y quisiera seguir dedicando mi homenaje a los periodistas del Perú y a quienes ejercen esta apasionante carrera en nuestra patria, esta vez, desde mi columna de hoy. Sea, pues, para todos los hombres y mujeres de prensa del país, especialmente ,a los del diario EXPRESO y a los de otras casas periodísticas con los que, por mi quehacer profesional, me honro en interactuar con frecuencia.
Para entonar con la sección internacional en la que honrosamente escribo, fungiendo de periodista que no soy, me referiré en esta fecha especial al denominado corresponsal de guerra. Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que jaqueó al planeta por la sangre y el dolor de los varios millones de muertos que produjo, la comunidad internacional decidió crear normas jurídicas más efectivas que pudieran regular el denominado derecho de la guerra, que, por el imperio de la solución pacífica de controversias, penetró en la doctrina con la denominación de derecho internacional humanitario, apareciendo de manera orgánica en los denominados Convenios de Ginebra de 1949 y hoy con la denominación doctrinaria de derecho de los conflictos armados internacionales y los conflictos armados no internacionales.
Esta nueva realidad planetaria para regular el denominado conflicto, que antes no se llamaba así, sino únicamente guerra, aunque en el fondo es lo mismo —la errada idea de que en la guerra “todo vale” fue proscrita del conflicto para siempre— sirvió de plataforma para la aparición de los corresponsales de guerra o periodistas dedicados a informar con objetividad desde el mismo lugar donde se desarrollan los actos del conflicto, como sucede actualmente en la guerra de Rusia contra Ucrania o en la que libra Israel contra Hamás y Hezbolá en Medio Oriente.
A los corresponsales de guerra los vimos en Vietnam, cuando el propio gobierno estadounidense los permitió entre las tropas para cubrir los escalofriantes sucesos en ese país asiático, y ahora están prácticamente en todas las guerras localizadas en diversos lugares del planeta, como las que acabo de referir. Los corresponsales de guerra son como los cronistas de los tiempos de la conquista del Tahuantinsuyo. Si acaso no estuviesen presentes en el devenir de los hechos, la pluma deliberada, antojadiza e interesada podría llevar al ocaso el valor de la historia. El corresponsal de guerra debe ser fiel a lo que ve y está obligado, por el supremo valor de los principios de su profesión y por la ética periodística, a no cambiar un ápice el desarrollo de los hechos. Un culto incondicional a la veracidad es su deber.
Una vez más: ¡Feliz Día a los periodistas del Perú y en el Perú!

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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