El Día del Campesino
El Día del Campesino
Hoy, sábado 24 de junio, es el Día del Campesino, que el presidente Augusto B. Leguía –gobernó entre 1908-1912 y 1919-1930– llamó Día del Indio. En torno de esta fecha diré, lo siguiente: los criollos y los mestizos, que sintieron el desprecio del peninsular durante el virreinato, cargaron contra el indígena la misma indiferencia que los conquistadores hacia ellos. Allí estuvo el origen de nuestra fractura. Durante el siglo XVI se produjo uno de los más grandes debates del virreinato sobre los indígenas. En efecto, teniendo como marco el Consejo de Indias, fueron el padre
Bartolomé de las Casas –llamado el Apóstol de los Indios– y el jurista, Juan Ginés de Sepúlveda, los que protagonizaron el denominado “Debate de Valladolid” sobre la naturaleza existencial de los indígenas. Mientras el fraile dominico decía que tenían alma y eran como hermanos menores -por esa razón ninguno fue juzgado por el Tribunal de la Santa Inquisición-, el cordobés la negaba alegando que eran perversos e indómitos hasta incapaces de percibir el dolor.
Luego, un sistema de castas por las razas profundizó el desdén hacia los habitantes de nuestras serranías y llegada la república, la disociación acentuó las diferencias, promoviendo la idea de la superioridad del peruano urbano “con modales” sobre el peruano rural visto como torpe. En ese momento del Perú inicial fue ahondada nuestra fractura y se la achacamos a España cuando en realidad no supimos hacer del sincretismo y nuestra diversidad legadas, nuestra mayor fortaleza. El indianismo de comienzos del siglo XX y el indigenismo de mediados de esa centuria, buscaron revalorizar a los peruanos de nuestras hermosas sierras, desatendidos o despreciados por la ignorancia donde la consigna “debes mejorar la raza” era un imperativo social censurable.
Ya poco o nada se lee de las obras de la literatura peruana que nos acercaban al mágico mundo andino. “El mundo es ancho y ajeno” o la “Serpiente de Oro” de Ciro Alegría, Yawar Fiesta del inmenso José María Arguedas, o, “El Tungsteno” del vate César Vallejo, siguen su penoso camino hacia la extinción.
La revaloración del hombre serrano solo llegó con la reforma agraria que acabó con el sistema feudal –en pleno siglo XX se justificaba la servidumbre–, heredado por los corregidores y encomenderos a los hacendados y terratenientes, que, aunque luego mal desarrollada, evitó que los peruanos sufriéramos la violencia que padeció Colombia con más de 260 mil muertos por el problema de la tierra, y solo resuelto con el Acuerdo de Paz de 2016.
Todo eso se hizo menos invertir en la educación que ha seguido dominada por el prejuicio y los complejos cuya ecuación nos dejó mucha gente descontenta y con hartazgos. Los violentistas de los años 60 y 80, quisieron manipular a los campesinos marginados, pero no pudieron, y ahora quieren hacerlo con nuestros compatriotas del sur altiplánico, llenándolos de engaños, pero éstos, estoy seguro, siempre sabios y sin ideologías, los seguirán desdeñando.
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