El golpe de Estado más cojudo de la historia
El golpe de Estado más cojudo de la historia
Pedro Castillo ha protagonizado el golpe de Estado más cojudo de la historia del Perú. Luis Felipe Angell de Lama tuvo el seudónimo de Sofocleto, y escribió Los cojudos. Este artículo recurre a la teoría de uno de esos libros que, aunque no académicos en estricto, resignifican una parte importante de “la estructura del ser peruano”. Reconozcamos lo siguiente: El opúsculo tiene lógica, de la definición y de la clasificación: del ser cojudo y del hacer cojudeces en el Perú. Seamos directos, como Don Sofo: el presidente Castillo fue un cojudo, y su golpe de Estado una cojudez. Ocurrió así: la mañana del 7 de diciembre de 2022, el presidente, devenido en presidente-cojudo, dio un mensaje a la nación anunciando su decisión de disolver el Congreso de la República, reorganizar el sistema de justicia, convocar a un congreso constituyente, y establecer el toque de queda. Es decir, había estatuido un gobierno de excepción, una dictadura. Ni más, ni menos. La gran cojudez es que no contaba con el apoyo de absolutamente nadie. Es más, los suyos manifiestan que ni siquiera tenían conocimiento del hecho. De esta manera, Castillo contribuye con Don Sofo: enriquece la reflexión y, por supuesto, la tipología del cojudo: es posible la existencia de un presidente-cojudo que, como tal, realice actos de gobierno altamente cojudos. Sobrepasa a Don Sofo, pues éste creía que el “cojudo popular” sólo podría llegar a diputado. Es así: un cojudo al cual le tiemblan el rostro, las manos, y la voz, también puede llegar a convertirse en dictador, en tirano.
El golpe de Estado cojudo duró dos horas con cuarenta y cinco minutos, y terminó con un gobierno cojudo que resistió dieciséis meses. La verdad es que Castillo, aún en funciones, sojuzgó cojudamente a los militares y, sobre todo, a la policía. Por supuesto que, llegado el momento, las fuerzas armadas y la policía nacional emitieron un comunicado conjunto condenando el golpe. Es más, la policía, a su propio criterio, detuvo al presidente por flagrancia. Hasta la posterior defensa jurídica y política del golpe de Estado tuvo su alta dosis de cojudez. Por ejemplo: – El presidente Castillo: “No me acuerdo de nada”; – Un congresista conocido: “Lo han drogado para que lea el mensaje”; -Una congresista desconocida: “Lo del presidente solo fue un decir”. Como señala Don Sofo, no se puede desacojudar a los cojudos. Don Sofo tampoco se arroga para sí las ciencias sociales, ni médicas. Dice: “El cojudo precisa de un médico. Lo cojudo necesita de un sociólogo”. Precisamente, él también dice que hay un “cojudo de protesta”. Es más, parece que quiere acabar con la cojudez, a partir de juntarlos, de identificarlos: “¡Cojudos del mundo, uníos!”. Debo decirlo: la oposición democrática tiene el mérito de la vacancia; pero, por aquellos días, como por estos, parecía estar acojudada. En la lógica de Don Sofo, “el cojudo es, lo cojudo está”. Finalmente, aquella mañana del golpe fallido, el presidente-cojudo debió ser un “soberano cojudo”, un “rey de los cojudos”, un “gran cojudo”, y hasta un “reverendo cojudo”. Pero, Pedro Castillo solo fue un “cojudito” que dio el golpe de Estado más cojudo de la historia nacional.