El Hamás y el problema de fondo Palestino-Israelí

El Hamás y el problema de fondo Palestino-Israelí

El conflicto entre Palestina e Israel ha vuelto a la primera plana de la política internacional contemporánea, pero cuidado, no es el problema en sí mismo, sino ahora el factor Hamás con propósitos muy claros que no se están diciendo. Veamos. El sorpresivo ataque del Hamás, grupo terrorista que controla la Franja de Gaza desde 2006, en que ganaron las elecciones legislativas palestinas, ha sido un duro golpe para la seguridad e inteligencia israelíes, más bien siempre en capacidad de neutralizar las acciones extremistas, que esta vez no pudo evitar.

La respuesta de Israel ha sido armada tal como el ataque inferido -legítima defensa-, y de dimensiones ciclópeas, aunque previsibles, dado que era muy difícil que Israel respondiera a discreción con tantos muertos que ha dejado el ataque extremista. El conflicto se encuentra en un momento de alta intensidad bélica debido a las represalias que se vienen produciendo tanto en territorio de Israel como en la Franja de Gaza, con bajas numéricamente elevadas en ambos lados. No entraré en el problema de fondo, que, de un lado, es el asunto de los territorios ocupados por Israel luego de la Guerra de los Seis Días de 1967, y de otro, la violencia que causa el grupo terrorista Hamás al que otro como Hezbollah, desde el Líbano, lo aplaude, y que juntos, todo el tiempo ven a Israel como enemigo, impidiéndole a su pueblo vivir en paz.

Creo que, desde el último intento serio para una paz duradera que ambos Estados procuraron sensatamente antes del asesinato del entonces primer ministro israelí, Issac Rabin (1995), por manos de un fanático ultranacionalista, y de la cuestionada muerte del líder histórico palestino, Yasser Arafat (2004), la paz para ambos pueblos se ha convertido en una utopía. Los actores de hoy no son idóneos, tanto en Palestina, que no puede encontrar el camino de la unidad, pues el gobierno de Mahamud Abás, en Ramala, en Cisjordania, es incapaz de controlar al Hamás, que hace y deshace en Gaza, atacando todo el tiempo a Israel gracias a los apoyos exógenos que incluye a Irán -lidera el denominado Eje de la Resistencia contra Israel y pregona su extinción-, como en la nación judía, donde su actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, que acaba de declarar que Israel vive en estado de guerra por los sucesos iniciados el último sábado, no es precisamente el actor idóneo como para crear las condiciones para volver al diálogo. La diplomacia regional, en el marco de la Liga Árabe, y la planetaria, en el ámbito del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aquí en las Naciones Unidas, deben hacer su trabajo con celeridad para evitar que el conflicto, exacerbado por Hamás, escale, y comprometa a otros actores. Los países árabes en los últimos años han conseguido progresivamente la normalización de sus relaciones con Israel y creo que ese proceso debe conservarse por sobre todas las cosas, en señal contraria a las pretensiones de Hamás.

Es verdad que la solución del problema entre Israel y Palestina es fundamental para la paz permanente en el Medio Oriente, pero también lo es que el accionar del Hamás para acrecentarlo, debe percibirse marginal al que ha venido erigiéndose entre Israel y sus vecinos árabes en los últimos años, y que precisamente por esta razón, Hamás, sintiéndose ninguneado, busca frustrar, vituperando a cualquier precio, la agenda de la referida normalización judío-árabe, que es el mejor camino, a mi juicio, para llegar al problema de fondo palestino-israelí.

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