El nuevo hispanismo

El nuevo hispanismo

A raíz del impertinente —en realidad absurdo— pedido del expresidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO, para mejores señas), de que el Rey de España pidiera perdón por la conquista de México ocurrida hace cinco siglos, ha surgido una nueva versión del hispanismo. Esta corriente del pensamiento cultural del mundo hispánico no es nueva; en realidad, surgió hace más de 100 años, cuando en 1892 se celebró el cuarto centenario del descubrimiento de América, pero ha cobrado fuerza con la aparición de intelectuales que no necesariamente son de ascendencia o sangre española.
Entre los más destacados me refiero a uno nacido en Argentina, Marcelo Gullo Omodeo, quien ha recorrido el continente indoamericano; incluso vivió en el Perú en la década de los noventa del pasado siglo XX, dirigiendo la hoy extinta revista SI, en la que tuve oportunidad de colaborar.
Marcelo Gullo Omodeo ha publicado recientemente varios libros acerca del tema del hispanismo y su relación con la cultura de nuestro continente, entre ellos uno que tengo a la vista, Lo que América le debe a España (Editorial Planeta, Barcelona, 2023), así como otro con el sugestivo título de Nada por lo que pedir perdón. Si algo distingue a este integrante de la nueva y vital corriente del resurgimiento hispánico es su estilo claro y directo, que desbarata los sofismas copiados de algunas corrientes anglosajonas que justificaban su propio imperialismo denostando a la expansión hispánica del siglo XVI. Estados Unidos ha sido el mayor beneficiado política y territorialmente de esa corriente si examinamos el mapa de su expansión durante el siglo XIX. Pero ese tema ahora es un hecho consumado.
En realidad, en estos tiempos estamos viviendo otras circunstancias, en las que nos encontramos frente a un duelo entre la libertad y la opresión, la guerra y la paz, las tiranías de no tan nuevo cuño y el comunismo aún prevaleciente en países como Cuba, Nicaragua y Venezuela. He ahí nuestra desafiante realidad. Latinoamérica, en realidad, es hispana o ibérica y tiene un nuevo integrante: los Estados Unidos, nacidos como consecuencia de una rebelión frente a Gran Bretaña, admitidos en la comunidad internacional antes de la Revolución Francesa y hoy la primera potencia del mundo. Ese país angloparlante de cerca de 8 millones de km² y de 350 millones de habitantes quizás ahora encierra a la mayor comunidad de habla española, que constituye su primera minoría étnica, cultural y lingüística. Trump se ha visto obligado a reconocerlo.
Suena irónico, pero debemos admitir que la ciudad más antigua de los Estados Unidos no es ni Boston, ni Nueva York ni Filadelfia. Ese honor se lo disputan dos pequeñas comunidades poco conocidas entre nosotros: San Agustín en la Florida y Santa Fe en Nuevo México. Hecho ignorado, oculto, pero que salta a la vista cuando se cuestiona la cultura española. Esta circunstancia refuerza nuestra identidad continental, que comprende ciudades tan diversas como Buenos Aires, en Argentina; Santiago, en Chile; Lima, en el Perú; hasta llegar al norte con la Ciudad de México, que fue Tenochtitlán antes de Hernán Cortés, pero que ahora quizás sea la urbe hispánica más grande del mundo. Nada por lo que pedir perdón, mal que les duela a los intonsos.

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