El paciente terminal y la lotería
El paciente terminal y la lotería
El Perú es hoy un paciente terminal que, paradójicamente, se ha sacado la lotería; por lo tanto, si por milagro no se cura, terminará sepultado en medio de una riqueza inútil.
El aparato institucional de la República está desquiciado y tiene heridas estructurales que supuran la pus de la corrupción a vista y paciencia de todos. La presidencia está prendida con hilos, es ilegítima por su origen en el fraude del 2021, pero tapándose la nariz la mantienen viva hasta el 2026 porque un adelanto electoral sería abrir las puertas al caos absoluto.
La rebeldía del Ministerio Público ha convertido a una serie de fiscales en sicarios que operan la extorsión y la politización de la justicia de la mano con organismos corruptos y criminales como la Diviac, algunas ONG y la prensa despreciable.
El JNE es cómplice de todo lo que ha ocurrido desde hace tres años bajo el imperio comunista de Castillo y sus herederos de Perú Libre.
El Ministerio del Interior se ha convertido en una casa prostibularia siciliana donde se ajustan cuentas grotescamente mientras se destroza a la Policía Nacional. La PCM se ha reducido a oficina de la defensa presidencial, sin liderazgo ni capacidad de negociación con las fuerzas opositoras. Y si no fuera por los últimos bastiones de decencia y eficiencia de la Cancillería y el Banco Central, prácticamente todo el gobierno flotaría sin hacer absolutamente nada por el bien de un país que clama a gritos por cosas tan elementales como la seguridad ciudadana.
A pesar de todo eso, el megapuerto de Chancay ya es una realidad, lo mismo que la prometedora asociación con China, aunque resta analizar las consecuencias de nuestro realineamiento geopolítico. La ampliación del muelle del Callao, la terminación de la nueva ciudad aeropuerto y el repunte tanto de las exportaciones agrícolas como del súper precio de los metales son la lotería que nos da aire.
Pero ese caudal es pasajero: ya comienza un proceso electoral en el que, si las fuerzas democráticas y patrióticas no logran unidad programática (no necesariamente de candidatura), puede triunfar el fascismo de un psicópata como Antauro. Nos queda muy poco tiempo y, como se ha demostrado hasta la saciedad, la política no puede discurrir en paralelo a la economía. Tarde o temprano las líneas se entrecruzan y, si no están saneadas, en el caso del Perú pueden llevarnos hasta una guerra civil. Estamos advertidos.
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