El Perú en el Centro de la Geoeconomía Global

El Perú en el Centro de la Geoeconomía Global

La reciente realización del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en el Perú no solo ha sido un hito diplomático, sino una muestra de la creciente importancia geoestratégica del país en un mundo marcado por tensiones geopolíticas y transformaciones económicas. En un contexto global donde las rivalidades entre potencias como Estados Unidos y China moldean las dinámicas internacionales, el Perú emerge como un actor clave debido a su ubicación estratégica, recursos naturales y proyectos de infraestructura ambiciosos pero realizables por las inversiones a partir de la APEC.
La atención mediática giró en torno a la relevancia del evento, lo que permitió una tregua inusual en el clima político polarizado del país. Por unos días, los debates dejaron de enfocarse en asuntos superfluos, como los atuendos de la presidenta, para resaltar el potencial estratégico del Perú. Sin embargo, este respiro mediático plantea una oportunidad: redirigir el discurso hacia los temas fundamentales que impulsan el desarrollo nacional; de lo contrario, los que se fueron entusiasmados en invertir en el Perú, al volver a revisar las noticias locales, se preguntarán si es el mismo país.
El Foro APEC subraya la necesidad de discutir cómo Perú puede posicionarse estratégicamente en la geoeconomía global. Este concepto, que combina instrumentos económicos con objetivos geopolíticos, ofrece una hoja de ruta para que el país aproveche su ubicación y recursos en un contexto internacional cada vez más competitivo. Hoy más que nunca se necesita estabilidad política y erradicar la inseguridad ciudadana, que es lo que más afecta al cierre de inversiones.
La inversión china en el Puerto de Chancay busca transformar al Perú en un hub logístico regional y puerta clave para el comercio asiático, reduciendo costos de exportación e importación. Con capacidad para recibir los mayores buques del mundo, también impulsa a potencias como EE. UU. a reforzar su presencia en el país. Sumado al proyecto del Tren Bioceánico, que conectará el Pacífico y el Atlántico, el desafío de Perú es no ser solo un punto de tránsito, sino agregar valor a sus exportaciones y generar más empleo en sectores no tradicionales.
Un área clave es la agroindustria, donde el país ya es un líder global en productos como arándanos, paltas y otros. Las sequías, que se hacen cada vez más constantes, nos llevan a plantear proyectos de irrigación masiva, como el trasvase de agua de la selva a la costa mediante la perforación de la Cordillera de los Andes, con lo que se podría transformar vastas extensiones áridas en zonas altamente productivas. Además de impulsar la agricultura, esta megaobra permitiría generar energía renovable aprovechando el movimiento del agua, diversificando la matriz energética del país. A esto se debería sumar el aprovechamiento de los fosfatos de Bayóvar para producir fertilizantes de alta calidad a precios especiales, con lo cual se potenciaría nuestra capacidad agrícola.
En este contexto, el desarrollo del Perú va de la mano con los protocolos ambientales globales. Pero el desarrollo económico no puede lograrse sin una fuerza laboral calificada. La educación, en todos sus niveles, debe alinearse con las demandas de la economía global, promoviendo la tecnología, el comercio internacional y la sostenibilidad. El Plan Nacional de Competitividad y Productividad al 2030 establece metas claras en esta área, pero su éxito dependerá de una implementación efectiva que integre al sector privado y a las instituciones educativas en todos sus niveles. La geoeconomía también debe ser un tema central en la educación, preparando a los futuros líderes y empresarios peruanos para entender y aprovechar las dinámicas globales.
En un mundo donde las cadenas de suministro se fragmentan y las políticas proteccionistas resurgen, tener un enfoque estratégico en la formación del capital humano puede marcar la diferencia. El panorama internacional actual está marcado por un declive en la cooperación global y un aumento de las tensiones políticas y comerciales. Según datos recientes, el comercio global de bienes se redujo en un 2% en 2023, reflejando los impactos de conflictos como la guerra en Ucrania y las tensiones en Medio Oriente.
En nuestro país, la inestabilidad política y social nos obliga a diversificar nuestros socios comerciales y explorar nuevos mercados. Para lograrlo, es necesario un compromiso conjunto del gobierno, el sector privado y la sociedad civil. Si se implementan las estrategias adecuadas, el Perú no solo será un punto de tránsito en el comercio internacional, sino un modelo de desarrollo sostenible y competitivo en el siglo XXI.

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