El Perú y la tripolaridad

El Perú y la tripolaridad

El regreso del presidente Trump al escenario de la geopolítica global ha revolucionado las relaciones internacionales en menos de un mes. La unipolaridad norteamericana nacida en 1989, luego de la caída de Kabul (2020) y bajo una la presión que representaba el proyecto pluripolar de los BRICS auspiciados por China y Rusia ya estaba extremadamente desgastada.
Con el giro inesperado dado por el presidente estadounidense esta potencia abandona el idealismo internacional y asume una postura de “realpolitik” aceptando que en el nuevo tablero mundial no solo hay un actor, aceptaba a Rusia y China como interlocutores relevantes y concluye que en el futuro inmediato estamos frente a una mesa para tres. Con ello logra un nuevo equilibrio global y coloca a Washington el centro de las iniciativas internacionales a pesar de los lamentos de una descolocada Unión Europea.
El primer paso antes del reequilibrio que mencionamos fue anunciar la redefinición de un Gran Espacio Norteamericano, entre Panamá y Groenlandia (colonia que posiblemente se independice de Dinamarca). Con esta redefinición de límites de control e interés, el presidente Trump invita a Rusia y China a realizar lo mismo en sus espacios de influencia para recomponer el tablero mundial.
En este orden de ideas es probable que la desvencijada Unión Europea se convierta en un nuevo escenario de frontera, uno de cooperación/tensión entre USA y Rusia en tanto que los llamados tigres asiáticos se conviertan en el espacio de cooperación/tensión entre China y USA.
Por su parte, los hasta ahora insubordinados BRICS deberán ajustarse a una interrelación más prudente, esto es, reducir su reto a los Estados Unidos toda vez que esta ponencia se asume ya como promotora del orden tripolar. En este contexto los Estados Unidos también se alejará de su antiguo papel de custodio de un viejo orden internacional plagado de estructuras y burocracias caducas como la ONU.
En el nuevo mapa global, los países de Sudamérica y África pueden quedar como espacios complementarios a la tripolaridad, con capacidad para colaborar con cada una de las tres potencias en temas puntuales, pero no con capacidad para la toma de decisiones ajenas a sus propias regiones.
En este revolucionado marco estratégico mundial surge la pregunta ¿qué es lo que le conveniente hacer al Perú? Creemos que la debemos abandonar la inercia internacional y asumirse como un buen socio de los tres actores globales. En primer lugar, deberíamos demostrar a USA nuestro compromiso con su seguridad (frente a la delincuencia internacional, la migración ilegal y las amenazas contra sus intereses estratégicos en este u otro hemisferio). Así mismo se debe favorecer a empresas de ese país en la mejora infraestructura demostrando que buscamos una balanza comercial es mutuamente beneficiosa.
En segundo lugar, deberíamos fortalecer una fuerte asociación socioeconómica con China que no implique por ningún motivo compromisos de carácter estratégico-militares. En este punto la diplomacia empresarial ha hecho muchísimo más que la política y la labor de personalidades como Jose Picasso tienen aún mucho por hacer.
Finalmente, no debemos olvidar la amistad ruso-peruana nacida con la misión de Javier Pérez de Cuéllar que abrió nuestra embajada en Moscú en 1969 y gracias a ella este diplomático peruano obtuvo en 1981 el apoyo de la URSS y sus aliados para alcanzar la secretaria general de la, entonces, importante ONU. Guste o no guste, el mundo ahora es tripolar, y si queremos que el Perú no se rezague debemos estar en buenos términos con los tres nuevos dueños del poder global.

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