El Senado que el Perú necesita

El Senado que el Perú necesita

No es ninguna novedad que el fenómeno terrorista, la hiperinflación, las pésimas reglas electorales y los caudillismos populistas han destruido la clase política que, mal que bien, tenía nuestro país en la década del 90. Luego de haber estado al borde de la cornisa democrática, en el que nuestro Estado de derecho estuvo en manos de un puñado de generales que optaron, felizmente, por desobedecer las órdenes golpistas de Pedro Castillo, nuestro debilitado Congreso asume el compromiso de reconstruir el régimen constitucional, tan vapuleado en las últimas décadas. Es técnicamente necesario un Senado que sirva de contrapeso a la Cámara de Diputados que hoy tenemos; pero para que ese objetivo se cumpla, el origen de los senadores debe ser el distrito nacional único, pues su perspectiva debe ser general, alejada del interés menudo de las provincias y departamentos, que para eso ya tienen a los líderes locales que son los diputados. El gasto que pudiera generar la segunda Cámara, bien puede ser cubierto con el primer proyecto de ley populista que sea oportunamente bloqueado en el Senado; si no fuese suficiente, muy útil sería fijar un número reducido de servidores por parlamentario, así como reducir el sueldo a cambio de levantar la prohibición de realizar otras actividades profesionales, lo que atenta contra la calidad y el nivel de los postulantes. ¿Por qué no encontramos en el hemiciclo a directores de institutos de investigación, socios de algún prestigioso estudio de abogados, o profesores principales de importantes universidades? La Constitución de 1993 los alejó al consagrar la dedicación exclusiva, que ha convertido a los congresistas en empleados sujetos a horario laboral.

La dinámica entre las dos Cámaras, ha sido ampliamente descrita en la doctrina constitucional, al punto que casi no hay democracia importante que no sustente su régimen en ellas. Como es difícil que un mismo partido político controle ambas, el bicameralismo contribuye al ejercicio de la buena política, favoreciendo la negociación y la búsqueda de consensos, impidiendo el deseo autoritario de imponer un programa, una visión, a todo el país. Un caudillo populista puede dominar una Cámara, nunca a las dos, precisamente por su diferente composición. Por eso mismo, insistimos en convertir a Diputados en una asamblea de representantes de distritos uninominales, cuya reelección dependa de mantener su identificación con sus electores, tratando de satisfacer sus peculiares necesidades y tendencias, mientras que los senadores tengan el incentivo de actuar pensando en el bien común, al no estar vinculados directamente con ninguna localidad en particular.

La estabilidad democrática del futuro se ha de construir con este Congreso, pues cualquier elección con las reglas vigentes, solo terminaría empeorando la crisis.

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