¿En la antesala de una guerra civil?
¿En la antesala de una guerra civil?
La irresponsable “tregua” entre algunos líderes de la oposición y el Gobierno no duró ni veinticuatro horas. Castillo pidió cambiar la fecha de presentación del Gabinete del 8 de marzo al 28 de febrero, y Cerrón movilizó a las turbas extremistas exigiendo el cierre del Congreso.
Estamos ahora en una confrontación sumamente polarizada que, por desgracia, puede ser el principio de una guerra civil. Los peruanos demócratas enfrentamos a un gobierno que no es solo ineficiente e inmoral, sino también dispuesto a lanzar una ofensiva de atentados, persecuciones y agresiones físicas para destruir al Parlamento e imponer una Asamblea Constituyente.
Ya no se trata únicamente de la manipulación de pequeños grupos de ronderos paseando a caballo machete en mano por el centro de Lima, sino de la convocatoria a miles de personas para que sirvan de carne de cañón a cambio de préstamos dinerarios a través de entidades fantasmas, como la denunciada financiera Sudamericana.
El gobierno de Castillo tiene mucha liquidez de un tesoro público que es muy difícil de cautelar y que está siendo dispuesto groseramente por ministros corruptos y por los nuevos prefectos filosenderistas nombrados en los últimos tres meses. Se trata, así, de un esquema muy peligroso de “plata por violencia”, arengado por el irresponsable premier Aníbal Torres, quien encabeza la soez narrativa de que la oposición democrática es “golpista”.
El gran psicosocial está montado. Los recursos legítimos de la denuncia constitucional y un eventual pedido de vacancia están siendo desfigurados con una propaganda comunista que lo trastoca todo, al punto de presentar a Pedro Castillo como víctima, cuando en realidad es el problema central de la crisis.
Nuevamente un amplio sector de la prensa se comporta como waripolera, los troles están hiperactivos en las redes sociales, el ministerio público y la procuraduría están en profundas crisis de identidad, la policía ya ha sido cooptada por el régimen, y los asesores de inteligencia extranjeros (especialmente el G2 cubano) actúan con impunidad.
Como en la España de la década de 1930, el ánimo nacional está hirsuto. La pólvora ha sido regada y cualquier chispa puede encender acciones gravísimas, porque aquí, a diferencia de Chile, los demócratas sí están dispuestos a contestar por todos los medios las agresiones comunistas. El pueblo ya ha expresado su rechazo a Castillo (70% de impopularidad) y, así como derrotó al terrorismo, hará cuanto fuese necesario para impedir la destrucción final de la patria.
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