Es imposible disfrutar de vivencias positivas con una mentalidad negativa

Es imposible disfrutar de vivencias positivas con una mentalidad negativa

Las relaciones humanas existen para vivir en armonía como persona y en su relación con los demás en los diferentes escenarios en los que las personas participan. Por lo tanto, se necesita una mente sana y equilibrada que, mediante sus acciones, construya cosas buenas, ya sea solo, con su pareja, familia, amigos, compañeros de la escuela, universidad o trabajo, instalando proyectos de vida integradores, y sintiéndose las personas satisfechas por tener un buen pronóstico desde la infancia hasta la adultez. Esto es resultado de la forma de organizar su vida de acuerdo con la edad de su desarrollo, cuya base es el ejemplo que han recibido e interiorizado.
Una mente negativa es todo lo contrario a lo bueno y positivo, debido a que no ha resuelto los demonios que lleva dentro. Estas personas se miran al espejo y no están conformes con su expresión corporal ni interior. Prima el resentimiento, el egoísmo, el odio, la envidia, los celos. Siempre se sienten incapaces de lograr diferentes objetivos por su inseguridad y sus limitaciones aprendidas. Un ejemplo de esto son los padres que permanentemente les dicen a los hijos: “no eres bueno para nada”, “¿por qué no eres como fulano de tal?”, comparándolos con terceras personas, o “no esperes nada de tus hermanos, no son como yo, que hice a profesionales a todos”. Esos niños crecen con una gran frustración, como colgados de un hilo que en cualquier momento se rompe, anticipando su fracaso antes de haber empezado. Su mentalidad se desarrolla como la de perdedores. En esos aspectos hay que trabajar psicológicamente, para que el niño, joven o adulto tome conciencia de que es una conducta, una actitud aprendida de los referentes parentales y del hogar donde han crecido. Es necesario desvincularse de estas limitaciones que anidan en su pensamiento para que cambien su manera de pensar, logrando muchas cosas buenas si la persona tiene disposición de hacerlo. Hay que tener en cuenta que existen muchas personas soberbias que no creen en la ayuda psicológica y piensan que esta solo es para los que “están mal de la cabeza”. Craso error. El psicólogo y el psiquiatra están entrenados para ayudar a los seres humanos a modificar su conducta cuando no están bien encaminados, logrando muchos éxitos en la vida personal, familiar y social.
El siguiente caso que les voy a comentar se trata de una familia de hipocondríacos que viene de generación en generación, sin causa orgánica, sino psicológica. Constituye un trastorno de personalidad en el que el paciente piensa y siente que sufre de determinada enfermedad, y no es cierto, sino que es creada por la mente con la finalidad de victimizarse y manipular a su entorno para que le presten atención. Son personas egoístas, poco afectivas, vacías; sus signos y síntomas lindan con la histeria. Lo que es más delicado es que no aceptan que están enfermos y necesitan ayuda, e incluso pasan a mejor vida sin corregirse ni haber cambiado en lo absoluto. Es como un modelo de vida que se va trasladando a la familia, sin darse cuenta de que están mal, y si lo saben, creen que están en lo correcto.
Este es el caso: la bisabuela, abuela, hija y nieta sentían que sufrían diferentes enfermedades que limitaban su actividad psicomotora y preferían estar postradas en la cama, dejando que los maridos hicieran todo: cocinar, planchar, lavar, hacer los encargos, las compras de la casa, los pagos. Incluso estaban aseguradas sin trabajar y recibían pensión por jubilación. Nunca quisieron ir al psiquiatra ni al psicólogo, ellas se sentían bien; los que estaban mal eran las otras personas. Un día, la abuela empezó a sentir los síntomas de la enfermedad del yerno, y este la llevó a su médico tratante. Cuando la auscultó e introdujo el espéculo por la vía anal, no tenía absolutamente nada. No quiso regresar al médico, se le fueron los síntomas y nunca habló nada de ellos. A esta clase de pacientes hay que confrontarlos para que sepan la realidad. En otro caso, la hija fue al psiquiatra quejándose de su marido, y él le dijo que era ella quien necesitaba el tratamiento, pero nunca lo aceptó. “Vivir con gente negativa es imposible”.

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