Ficción internacional sobre el golpe de Castillo

Ficción internacional sobre el golpe de Castillo

A pesar de que muy posiblemente no se encuentre articulada ni persiga los mismos objetivos, la campaña de desinformación sobre la crisis peruana que viene difundiéndose en distintos países, en la que se asegura que Castillo no dio un golpe de Estado, sino que fue a él a quien le dieron el golpe y que el Perú se encuentra en un tipo de dictadura, tiene una gran capacidad logística, que implica tanto recursos humanos como económicos.

Los intereses tras esta narrativa parecen ser varios: pueden comprenderse desde una visión geopolítica, una estrictamente ideológica y también desde el interés práctico de quienes son sus abanderados. El hecho concreto es que diversos personajes vinculados al gobierno de Pedro Castillo viajan por el mundo difundiendo información falsa, una ficción, sobre lo que sucede en el Perú. A estos se suman las comitivas de políticos y parlamentarios de izquierda que vienen al Perú para hablar de una supuesta dictadura.

Los presidentes de izquierda de la región hacen eco de estas voces, con una clara intención de inmiscuirse en la política peruana, buscando, muy probablemente, y entre otras cosas, seguridad narrativa ante cualquier intento democrático de sacarlos del poder: si sucediera, no lo reconocerían. Bajo esta lógica pueden leerse las recientes declaraciones de López Obrador, quien se niega a entregar la presidencia pro témpore de la Alianza del Pacífico a Perú, argumentando no reconocer a nuestro gobierno, al cual considera “espurio”.

A pesar de esta inmensa campaña de desprestigio, la cancillería hace lo posible por contrarrestar la ficción que se ha propalado y difundir los hechos concretos: como que el 7 de diciembre de 2022, Pedro Castillo, presidente del Perú, jefe supremo de las fuerzas armadas, dio un golpe de Estado, que fue evitado por la institucionalidad democrática peruana, pues prevaleció el respeto a la Constitución por parte de nuestras instituciones tutelares y políticas.

A estos esfuerzos por parte del Estado, se suman voces representativas y respetadas internacionalmente, como la del premio nobel Mario Vargas Llosa, quien hace pocos días publicó una carta para la presidente, donde la felicita por cómo viene abordando la crisis, sin dejar de respetar la Constitución y el Estado de Derecho.

Distintos grupos y organizaciones también vienen enfrentando la ficción sobre la crisis política peruana. En esta línea, el Pronunciamiento de los Funcionarios Diplomáticos en retiro, del 20 de febrero, difundido ampliamente por redes sociales, en contra de la injerencia de gobiernos extranjeros en asuntos nacionales, es otra muestra de respaldo a la institucionalidad democrática peruana, que viene haciendo frente a un embate internacional de múltiples propósitos, el cual pone en riesgo nuestra seguridad nacional, principalmente porque alimenta narrativas aprovechadas por organizaciones violentistas en el Perú.

Si bien estas respuestas desde la institucionalidad democrática y desde la sociedad civil generan un contrapeso importante frente a la ficción internacional que busca perjudicar al Perú, se puede asumir que los mandatarios de izquierda de la región y los representantes peruanos que la enarbolan, mantendrán esta narrativa de aquí en adelante, pues el enfrentarse al gobierno de Boluarte y llamarlo dictadura se ha constituido en un medio de defensa para los presidentes que busquen vulnerar el Estado de Derecho en sus países, y, en el Perú, se ha vuelto una plataforma política aceptada por un sector de la población, lo que les permitirá mantener vigencia política a sus abanderados, a pesar del desastroso, delictivo y a punto de convertirse en dictatorial gobierno de Pedro Castillo, al cual respaldaron.

Se debe considerar que, actualmente, el Perú es un país con una gran proyección geopolítica como el principal puerto de Sudamérica. El megapuerto chino que se viene construyendo en Chancay es solo el inicio: según se menciona hace varios años, China también estaría interesada en construir un tren que conecte el mar Atlántico con el Pacífico, cambiando y fortaleciendo la dinámica comercial y económica del país y, con eso, reordenando la geopolítica regional, algo que se hace aún más relevante en el contexto actual, de un enfrentamiento económico y político por la hegemonía mundial entre EE.UU. y China, que parece cercano a llegar a un punto crítico debido a la guerra entre Rusia y Ucrania.

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