¿Hasta cuándo, amable lector?

¿Hasta cuándo, amable lector?

Alguna vez –concretamente en los primeros años del Tercer Milenio– el impulso que tomó nuestro Estado (hasta ese momento, insignificante aunque no corrupto) como consecuencia de las primeras reformas estructurales adoptadas por Fujimori a finales de los noventa, dio la sensación de que esa propulsión continuaría acompañando al progreso nacional. La sociedad presentía mantener ese ritmo ascendente, en vista de que los proyectos, las iniciativas y las inversiones seguían presentándose a un ritmo nunca antes visto. Pero aquella ilusión se desvaneció rápidamente, por la infame politiquería de una sociedad que no supo entender el rol que le correspondía adoptar, envenenada por la flamante cultura caviar que decidió acabar con todas las iniciativas de modernización del Estado, captación de inversión extranjera y local y, sobre todo, con gran hambre de modernización del país con el que soñaba toda la mayoría de ciudadanos, tras algo más de una década de crisis y, finalmente, quiebra del Estado, como ocurrió a finales de la década del ochenta. Al final del día, ganaron los caviares y se jodió el Perú.

Hoy ya no tenemos Estado, sino una entelequia amorfa, desordenada, incoherente, sin norte y, fundamentalmente, sin principios ni disciplina alguna. En ella campea el caos, mezclado con una infernal corrupción que destruye cualquier iniciativa de progreso, corroyendo como plaga de marabuntas y arrasando lo que se encuentre por delante, sin interesarle el pueblo que desfallece de hambre, miseria y atraso. Este es el Estado peruano, exhibiendo todo su esplendor, inutilidad, peligrosidad y, sobre todo, su infinita corrupción. Perú mantuvo un Estado coherente, relativamente dinámico y honrado hasta finales de la primera década del siglo XXI. Fue Humala el iniciador del retorno al Estado inservible, con el agregado de corrupto. De allí en adelante, todo ha sido para peor, hasta alcanzar este nivel realmente intolerable de podredumbre e incapacidad, que está perjudicando atrozmente en su vida diaria a cada uno de los 33 millones de peruanos.

Ayer reiteraba EXPRESO la mofa que hace del Estado el delincuente sentenciado Vladimir Cerro, fugado hace seis meses con anuencia del gobierno, poder Judicial, Fiscalía, Policía, etc. ¿Es posible que esto ocurra, y la gente guarde silencio ante la crítica de pocos medios, como EXPRESO, que persiste en recordarle el daño que esto produce al país? Ayer EXPRESO informó que extorsionadores, asesinos y otros delincuentes recluidos de cárceles integran la lista de “ciudadanos afectados” que recopiló el Estado, incluyéndose en el plan de reparaciones por el derrame de petróleo ocurrido el 2022 en el Ventanilla, culpa de Refinería La Pampilla. Ejemplos sencillos que grafican la miseria de Estado que tenemos.

¿Cómo puede usted seguir tan tranquilo, amable lector, ante tamaño atentado que afecta su propia vida y la de sus familiares? ¿Qué ocurre con los peruanos que no reaccionan ante la hecatombe que tienen delante suyo? ¡Daría la impresión que estuviéramos poseídos por una maldición divina! Pero la verdad es que semejante Armagedón es producto exclusivo del secuestro del país por los caviares. ¿Hasta cuándo está usted dispuesto a aceptar semejante atentado?

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