Intrascendencia
Intrascendencia
Dina Boluarte ha tomado la decisión de no trascender y de que su gobierno se pierda en la memoria de los tantos que en los últimos diez años ha tenido el Perú. Es cierto que, cuando asumió el poder luego del golpe de Estado fallido del caco e ignorante Pedro Castillo, no trascender era el destino más probable si ya tenía decidido quedarse hasta el 2026. Hubiera sido distinto si hubiera optado por irse luego de convocar a elecciones generales inmediatamente tras la caída del golpista. Ese solo hecho la hubiera hecho trascender. Pero quiso quedarse. Estaba en su derecho. De ahí que, para que su gobierno borrara de la memoria los muertos con los que empezó, luego de que la revuelta comunista que pretendía dar un golpe de Estado callejero fuera aplastada, tenía que rodearse de un entorno de gente honesta y eficiente en sus materias, es decir, más valiosa y clarividente que ella. No es ningún secreto que la presidenta no es una estadista, pues su única experiencia de Estado fue como funcionaria pública de una agencia de la RENIEC de Higuereta. Pero los casos en la historia de personas limitadas que han llegado a los máximos cargos públicos son varios, y muchos han trascendido. Lo primero para que ello suceda es darse cuenta de sus limitaciones. Pongo el ejemplo de Luis XIII, rey de Francia. El rey era muy consciente de su derecho a gobernar por designio divino, pero también de que no sabía gobernar. Encontró entonces a Richelieu, un cardenal de provincias que demostró durante todo su mandato que era el genio que se necesitaba para dirigir los destinos de Francia. Luis XIII llegó a deshacerse incluso de su madre, María de Médicis, quien metía sus narices en el gobierno tratando de colocar a sus favoritos en el gabinete del rey (¿alguien dijo Nicanor Boluarte?). El rey incluso desterró a su madre y afianzó a Richelieu en el premierato. Francia prosperó, y la época de Luis XIII y Richelieu quedó indeleble en la memoria de la historia, dando paso a la época más gloriosa de Francia con Luis XIV, el rey Sol. No solamente los incapaces con cierta sabiduría se rodean de gente mejor que ellos. Siguiendo con Francia, De Gaulle, que era un genio político, tuvo a personalidades intelectuales de la talla de André Malraux o de Georges Pompidou o Valéry Giscard d’Estaing en su gobierno. Estos dos últimos incluso llegaron a ser presidentes de Francia.
El primer problema de Dina Boluarte para trascender en la historia del Perú ha sido no tomar en cuenta sus grandes limitaciones. El segundo, haberse rodeado de gente igual o peor que ella en cuanto a visión política y gestión pública, salvo excepciones de las que acaba de prescindir. Dimitir a su mejor activo, el excanciller Javier González-Olaechea, que marcó el punto de inflexión en la OEA contra la tiranía lumpen de Nicolás Maduro en Venezuela –gracias a la cual hoy ni los exaliados de Maduro, como Lula y Petro, lo avalan–, puso al Perú en el escenario regional. Otro activo era Hania Pérez de Cuéllar, que se hizo cargo de un ministerio que era una cueva de ladrones de Castillo, sacándolo de ese hoyo. En sus lugares ha puesto a un diplomático de carrera cuyo primer error ha sido decir que los problemas de los venezolanos deben resolverlos los venezolanos (los problemas de los judíos alemanes con Hitler eran cuestión de los alemanes), demostrando que no necesariamente un embajador de carrera es garantía de un correcto manejo de las relaciones exteriores. Ni qué decir del reemplazo de Hania Pérez de Cuéllar en el Ministerio de Vivienda. El nuevo ministro está siendo investigado por corrupción en la época del tristemente célebre Geiner Alvarado, hoy con prisión preventiva por sus presuntos y graves delitos. El resto es irrelevancia. Tenemos entonces un gabinete sumamente mediocre cuyas luces se han apagado. Y esto no es poca cosa, pues esas luces hacían viable que personalidades de prestigio se integraran a un gobierno de enormes yerros y desprestigio público. Hoy eso ya no será posible, y al parecer eso es lo que quiere Dina Boluarte y el entorno de aduladores de los que se ha rodeado. Dicho esto, se llega a la conclusión de que lo único que está en la perspectiva de Dina Boluarte es durar hasta 2026, en alianza con el acuñismo, el fujimorismo y el cerronismo de un Congreso igual o más desprestigiado que ella.
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