Israel-Palestina y el problema de fondo en Medio Oriente

Israel-Palestina y el problema de fondo en Medio Oriente

Para seguir fijando nuestro análisis en la compleja y convulsa realidad del Medio Oriente, conviene ahora conocer cuál es el problema entre Palestina e Israel para comprender lo que está pasando. No siendo religioso, aunque tiene en Jerusalén a uno de sus factores más visibles, pues es el epicentro de las tres religiones monoteístas más ecuménicas del mundo: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo. Por algún designio, se sabe que Jerusalén –relata la Biblia– es el lugar donde el ángel de Yhavé detuvo el brazo de Abraham en acto de fidelidad; Jerusalén es el Santo Sepulcro donde resucitó Jesucristo; y Jerusalén es la piedra donde –según refiere el Corán– durmió Mahoma para luego ascender en un caballo a los cielos. Lo anterior ya es suficiente para descartar la tesis de una unidad eterna e indivisible de Jerusalén como territorio bíblico que se han atribuido judíos y árabes, aun cuando el asunto de Jerusalén no es el problema central, pues no siendo religioso, como se cree erradamente, sí que tiene una importante connotación.
De hecho, entonces, el problema es mayor a solamente el destino de Jerusalén o una complejidad religiosa. En 1947, la ONU emitió la Resolución 181 que dividió el territorio de Palestina en dos Estados. Israel aceptó y en mayo de 1948 declaró su independencia. Palestina la rechazó y, más bien, junto con los demás países árabes, declaró la guerra a Israel en esa misma fecha en que, además, culminaba el mandato británico sobre Palestina de 1920. Luego seguirían años de mucha tensión exacerbados porque Israel llevó adelante la Guerra de los Seis Días en 1967, invadiendo los territorios árabes por todo el Sinaí. Aunque luego fueron retrocediendo, la verdad es que no se ha vuelto al estado anterior a 1967. Desde entonces, la amenaza e inseguridad permanente que ha tenido que soportar Israel por los ataques terroristas y suicidas en sus ciudades por parte de los extremistas con la consigna de su extinción como Estado, no ha cesado.
El problema es, entonces, por territorios ocupados que dieron origen a los asentamientos judíos y a los refugiados palestinos que fueron desplazados. Para arreglarlo, debe imponerse la elevación política para que ambos pueblos puedan vivir con fronteras seguras y reconocidas mutuamente. El mejor momento para ello fue la firma del acuerdo entre el israelí Isaac Rabin y el palestino Yasser Arafat, en 1993, para lograr la aspiración histórica. Asesinado el primero (1995) y muerto misteriosamente el segundo (2004), todo ha retrocedido entre ambos países. No hay interlocutores válidos en Israel, con pugnas políticas internas, y en Palestina, dividida, sin control de Ramala sobre la Franja de Gaza en manos de Hamás.
La historia de hoy ya es conocida. La guerra se impone. Israel contra Hamás, invadiendo la Franja de Gaza para acabarlos y rescatar a los rehenes, sea por negociación o por sus estrategias de rescate, y contra Hezbolá, al que acaban de diezmar; sin embargo, ha emergido el factor Irán, que recientemente ha lanzado misiles sobre Israel, y que no sabemos qué va a desencadenar en Medio Oriente, volviendo todo de pronóstico reservado.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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