La educación como destino en el Perú

La educación como destino en el Perú

La educación es un conjunto seleccionado de conocimientos y habilidades para incentivar las cualidades que tiene toda persona. Así, “educar” tiene una meta intrínsecamente personal, en tanto que permite, ya de adulto, afrontar dificultades diferenciando lo principal de lo accesorio. “Formar”, acaso, es el conjunto sistémico de contenidos dirigidos a procurar las mayores capacidades personales a los efectos de una cualitativa contribución a las sociedades.

De esta manera, resulta imperativo incentivar las habilidades natas que cada uno tiene cuando se educa y se forma.
La educación y la formación constituyen la esencia del aprendizaje y este debe ser flexible, especialmente continuo y acorde con la realidad de la sociedad de la que uno forma parte, en primer lugar.

Maestro y alumno deben ser un binomio único por cuanto todos tenemos diferentes habilidades y vocaciones, y tendemos a enfrentar similares y a su vez diferentes desafíos.

La primera etapa formativa proviene de nuestra infancia y de nuestras condiciones familiares y estas, en el Perú, son muy disímiles unas de otras. Por esta razón y no otra es que nuestro país necesita de una reforma integral de nuestra educación en todos los niveles.

Así entendido, la formación que debemos ofrecer debe aprender de modelos educativos de los países más avanzados. No se trata de copiar, sino más bien de comprender por qué esas sociedades han alcanzado el desarrollo integral desde la base.
Como se decía desde la década de los 70 en Dinamarca, la educación desde la cuna hasta la tumba. Y hoy, en el caso de Finlandia, es un modelo que destaca por enseñar a aprender.

La educación nos facilita el conocimiento y este bagaje de contenidos seleccionados y ofrecidos por etapas nos lleva a la eficiencia del modelo educativo. Todo ello facilita la capacidad de elegir bien y, de este modo, se fortalece las libertades y la democracia representativa.

Las disparidades en los niveles de educación indican que el mundo ya no está estrictamente dividido entre naciones ricas y pobres, sino entre aquellas que tienen mayores y mejores accesos a la educación integral y aquellas que carecen de recursos para acceder para procurarla. De ahí que resultan algunos países que, cultivando valores societarios, son eficientes y sus gentes mayoritaria y ejemplarmente honestas. En contraste, todo lo que algunos países padecen como lacras cual paisajes costumbristas y naturales. ¡Y no debiera ser así!

La Constitución Política del Perú establece que la educación es un derecho humano fundamental (Artículo 16° concordante con el artículo 3° de la Ley 28044). La educación privada amplía la cobertura. El Estado, en la teoría, la regula y supervisa, y se encarga de velar por la calidad de la provisión de los servicios educativos. Está escrito que es un derecho; sin embargo, nuestra realidad nos enrostra que es un sueño por alcanzar.

En otros países como Alemania, el Ministerio a través del cual el Estado desarrolla esta política de preparar al infante o ciudadano para un futuro exitoso se llama “De Formación”. En España se denomina “Educación y Formación Profesional”. En el Perú lo limitamos en definición a “Educación”, que es la base.

Si bien ambas actividades son trascendentales se suele confundir educación con Formación Profesional. En la práctica ambas deben complementarse y coinciden en la capacitación para la vida.

En este sentido, permiten a los ciudadanos ser más resilientes a la ideologización y son igualmente el medio para facilitar la inserción social y la contribución al desarrollo del país. El conocimiento y la capacidad intelectual no debe tener fronteras como tampoco limitaciones, a fin de aumentar nuestra competitividad.

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