La estrategia del dragón en América Latina
La estrategia del dragón en América Latina
China inaugura hoy el año del Dragón de Madera, ostentando una posición privilegiada en el mercado global. En la milenaria cultura china, el dragón simboliza el optimismo, ambición y oportunidades de éxito financiero. También representa sabiduría y evoca la frase célebre de Deng Xiaoping, conocido como el Arquitecto de la China Moderna: “Buscar la verdad a partir de los hechos”. Desde 1978, esta frase dio inicio a un enfoque pragmático en la política exterior de China al margen de cualquier inclinación ideológica.
De acuerdo con el Banco Mundial, China ha aportado aproximadamente el 40% al crecimiento global del 2013 al 2021, superando más del doble la contribución de EE.UU. con un 18.6%. La hegemonía de las inversiones chinas es una realidad, especialmente en América Latina (AL), donde se posiciona como el primer socio comercial pero con la creencia de que propaga autocracia y dependencia. En Perú, por ejemplo, tiene el monopolio regulado en la distribución eléctrica de Lima y Callao, tras la adquisición de En el Perú por China Southern Power Grid International. A menudo, se etiqueta a las empresas chinas de informales e inseguras, en particular en la minería. Un estudio reciente de la Universidad Javeriana de Colombia identifica tres percepciones sobre las inversiones chinas: 1) Favorable a China en aspectos políticos, comerciales y militares, 2) Aceptación en lo político y comercial, mas no en lo militar, y 3) Oposición a China. La mayoría respalda a China en lo político y comercial, pero no en lo militar, destacando Perú, Brasil, Paraguay, Panamá y República Dominicana.
Hace más de cuatro décadas, China dejó atrás el perfil bajo e intensificó su intercambio comercial y su estrategia de Zou Chuqu (desembarco) para expandir su presencia mundial mediante inversiones en infraestructura y el fortalecimiento de relaciones político-diplomáticas en AL. Este avance ha sido gradual y sistemático. En los años 90 buscó superar su aislamiento con visitas diplomáticas de alto nivel, cooperación económica y tecnológica, e intercambios en defensa con Uruguay, Chile, Brasil y Argentina. Al ingresar a la Organización Mundial de Comercio en 2001, China marcó un hito en su integración económica global, convirtiéndose rápidamente en el principal exportador de bienes, productor manufacturero, poseedor de reservas internacionales y acreedor principal de EE.UU. En 2004, Joshua Cooper Ramo creo el Consenso de Beijing, oponiéndose al Consenso de Washington mediante las políticas de no intervención, las inversiones estatales clave, el desarrollo de infraestructura vía la iniciativa Belt and Road (Franja y Ruta de la Seda), el comercio bilateral y préstamos como herramientas estatales de impulso a las exportaciones manufactureras de AL, y el modelo de cooperación Sur-Sur, que promueve la solidaridad con los países en desarrollo.
Tras los ataques a las Torres Gemelas, EE.UU. centró su atención en Oriente Medio, dejando su política hacia AL en segundo plano. Desde entonces, mientras EE.UU. reducía su presencia, China invertía en AL, concedía préstamos, exportaba manufacturas y se consolidaba como potencia hegemónica. Según el Diálogo Interamericano, en 2022 China invirtió en América Latina 6,400 millones de dólares, menos de la mitad que en 2019. Esto indica que China está aprendiendo y revaluando sus inversiones en países como Venezuela, centrándose en energía limpia, tecnología 5G, inteligencia artificial e infraestructura, como el megapuerto de Chancay en Perú.
Si EE.UU. no reacciona frente a China, verá disminuir su liderazgo mundial. La inversión en el Puerto de Corío representaría una oportunidad para EE.UU. de reafirmar su posición en la región. Mientras tanto, Perú debe esforzarse en mejorar su gestión reguladora y simplificar su burocracia para atraer inversiones de otros países.
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