La funambulista Dina Boluarte
La funambulista Dina Boluarte
¡Le salió el cobre a Dina Boluarte! Atrás quedó aquel relumbrón democrático y buenista con el que ella pretendió engatusar a los peruanos, tras la renuncia de “mi amigo, Pedro Castillo”, como calificase al corrupto, golpista e instigador de una sublevación pagada que ensangrienta al país. Castillo sigue recluido en un penal, por violar la Constitución. Además, por la decenas de carpetas que tiene abiertas en su contra por la Fiscalía de la Nación, evidenciando todo un cúmulo de hechos de corrupción cometidos en apenas año y medio como mandatario. Lo escribimos al día subsiguiente que juró Boluarte: “¡Desconfiamos de Dina!”. Los antecedentes que arrastra de la campaña electoral y durante los dieciocho meses que estuvo al servicio de Castillo y de Cerrón, son prueba suficiente de su identificación con los objetivos y aspiraciones del régimen al que representó como (única) vicepresidente de la República y, además, ministra de Estado. El oropel con que se vistió Boluarte para confundir a la sociedad se desvaneció del todo la noche del domingo cuando, abruptamente, apareciese en televisión para arengar al Congreso, exigiéndole que adelante las elecciones y se vuelva cómplice de ella coaccionando al siguiente poder Legislativo -algo que, de por sí, resulta inconstitucional- para que su comisión de Constitución apruebe una nueva Carta Magna hecha a imagen y semejanza de la que piden los cerrones, bellidos, bermejos, castillos y demás incitadores de esta violenta rebelión, que sigue destruyendo el Estado peruano y enlutando a decenas de familias. En menos de dos meses de gestión, a Dina Boluarte ya se le está viendo el fustán dándole el gusto a su alma mater, la izquierda. De paso, seguir engañando al país con ese tonito magnánimo, tras el cual inútilmente suele refugiarse, para dar la impresión de rechazo a su predecesor en palacio de gobierno. ¡Anoche este tinglado se le desvaneció! Y ahora el Perú enfrenta otra coyuntura, todavía más grave que la de la semana pasada, provocada por la actual mandataria.
Porque esta movidita de Boluarte implica un cambio de táctica verdaderamente diabólico. En perspectiva, durante sus casi sesenta días de gobierno ella ha fungido ser aliada de las bancadas democráticas legislativas, de las que se ha alejado abruptamente la noche del domingo, colocándose como antagonista al cuestionarlas para que se sometan a sus gustos. Lo que atenta contra la visión de la oposición. En simultáneo, Boluarte se ha sumado a los reclamos de las izquierdas, identificándose con sus dos banderas: el adelanto de las elecciones a octubre de este año y asimismo, “la reforma total de la Constitución de 1993”. Sus palabras textuales fueron: “No habría más pretextos (…) proponemos que el proceso de reforma total –de la Constitución- tenga su brazo legal en la Ley 27600, que dice que el Congreso proponga un proyecto de reforma total de la Constitución, tomando en cuenta la Constitución histórica del Perú y tras su aprobación sea sometida a referéndum, para que el pueblo decida si la reforma total se aprueba o no”. Saquen sus conclusiones, amables lectores.