La imagen internacional del Perú

La imagen internacional del Perú

Para hoy está prevista la muy mal llamada toma de Lima. Las que recuerdo en esa denominación en la historia fueron la toma de Constantinopla por los turcos otomanos de Mahomet II, el 29 de mayo de 1453, que significó el fin del Imperio Romano de Oriente y, en consecuencia, el punto final de la Edad Media, y la toma o asalto de la Bastilla, el recinto carcelario que simbolizó el despotismo del Antiguo Régimen, en París, Francia, el 14 de julio de 1789, produciendo en esa fecha, la histórica Revolución Francesa que dio paso al inicio de la Edad Contemporánea.

Lejísimo de la connotación de los dos hechos históricos que he referido, la que se pretende sobre la ciudad de Lima, a la luz de los signos visibles que han corrido por las redes sociales en las últimas semanas, no advierte tener nada de lo que significa el derecho a la protesta ciudadana, consagrado en la Constitución Política de 1993.

Frente a esta atmósfera realmente nefasta para la imagen del Perú, debemos tomar medidas para que el impacto sobre nuestra ya alicaída reputación internacional como Estado y Gobierno -sigue predominando la idea de que hubo un golpe de Estado y de que Dina Boluarte usurpa la presidencia-, sea lo más posible neutralizado.

La intención de los que en el fondo están promoviendo estas manifestaciones con ineludible carácter anárquico y violento, son verdaderos subversivos del orden nacional y a priori, desnudados delincuentes, que buscan desestabilizar la democracia en un país donde sus políticos -también hay que decirlo y sin hipotecas- hasta ahora no ponen de su parte lo que el pueblo peruano espera de ellos para encauzar la Patria en momentos difíciles como el que estamos viviendo, políticamente.

Hoy debe prevalecer el orden social por sobre todas las cosas y los encargados de hacerlo en nombre del Estado, y con un Gobierno Nacional que los empodere todo el tiempo, son la Policía Nacional del Perú y las Fuerzas Armadas, que teniendo el exclusivo uso de la fuerza -el poder coactivo y coercitivo- en nombre del propio Estado, deben actuar plenamente confiados que sus actos serán ciento por ciento respaldados por el poder político como sucede en las democracias desarrolladas.

No podemos negar que por estas manifestaciones amorfas hasta ahora no podemos mirar nuestro futuro con la prospectiva de Estado que nos merecemos como miembro de la comunidad internacional. El ministerio de Relaciones Exteriores ha debido preparar una estrategia -ahora de control de daños- para la proyección internacional de nuestro movido frente interno como sostenía el eminente excanciller Carlos García Bedoya.

La reciente participación peruana en la cumbre Unión Europea-América Latina fue una irrepetible e inmejorable oportunidad desperdiciada en ese objetivo. Nuestra imagen internacional no mejorará sin creatividad y, peor aún, manteniendo el statu quo, casi como lo mismo que mirar las musarañas.

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