La presidenta débil

La presidenta débil

Dina Boluarte es nuestra presidenta débil que podría convertir al Perú en Estado débil. Francis Fukuyama, en “La construcción del Estado: gobernanza y orden mundial en el siglo XXI” (Mexico: Ediciones B, 2004) sugiere el concepto de “Estado débil” como aquel en el cual falta “estatalidad política”. A Fukuyama le preocupa sobre todo el plano global, pero las categorías de su investigación bien podrían ser operacionalizadas para comprender y advertir hacia dónde conduce este gobierno al Perú. Para el caso peruano, “Estado débil” es más pertinente que “Estado fallido”. El Estado débil es aquel que incumple sus funciones jurídicas, de seguridad, de actuar en los asuntos del país, y de interceder en la vida cotidiana. Boluarte, por su incapacidad, nos convierte en “Estado débil”, y nos acerca al concepto de “Estado fallido”. En primer lugar, el Estado débil no afirma la seguridad de sus ciudadanos. Tenemos un Estado con baja estatalidad y baja funcionalidad en los diversos niveles regulatorios de la vida política y cotidiana. Boluarte, por su incapacidad, nos acerca al concepto “Estado fallido”.

El Estado peruano está abandonando su función principal que, según Max Weber, es la de mantener el monopolio legítimo de la violencia. No tenemos exactamente una guerra exterior, o una guerra civil, pero ahí están los casos de la violencia política, sobre todo de la sierra del sur, y de la violencia delincuencial del Tren de Aragua. Ambas violencias logran la ausencia del Estado de derecho, y hasta parecen disputar el control territorial. Realmente, Boluarte nos hace cumplir con los índices principales de la medida del Estado débil, que son la violencia política y la ausencia de seguridad. En segundo lugar, nuestro Estado se está convirtiendo en débil porque la presidenta no tiene un plan de gobierno, y hasta ha abandonado los objetivos programáticos como Estado. La presidenta es tan débil que falsea la forma peruana de gobierno presidencial, incluso ha tenido un premier de facto. Además, le ocurre algo nuevo, curioso, en nuestra política: Los distintos sectores de su gobierno tiene distintas, y hasta contradictorias, políticas de gestión. En lo sincrónico, existen ministros de Estado, de diferentes sectores, que tienen políticas contradictorias entre sí; y en lo diacrónico, existen ministros que tienen políticas contradictorias respecto de los ministros que les antecedieron en el mismo sector. Es decir que, el actual cambio de la mitad del gabinete podría equivaler a una especia de “cambio de gobierno dentro del mismo gobierno”. Esta es una característica nueva en la política nacional, propia de este nuevo tipo de régimen político débil. Desde que retornó la democracia en 1980, el Perú solo ha tenido dos presidentes con tal nivel de debilidad: Dina Boluarte y Pedro Castillo. Estos presidentes del siglo XXI solo podrían igualarse en precariedad al famoso vicepresidente Luis La Puerta. Finalmente, Boluarte es nuestra presidenta débil, cuyo gobierno no tiene suficiente estatalidad, ni funcionalidad, y que podría convertir al Perú en Estado débil.

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