La presidenta y la presidencia
La presidenta y la presidencia
Debe distinguirse entre la persona que ejerce el cargo, Dina Boluarte, y la institución que gobierna al Perú para tomar posición frente a la nueva crisis que sacude la política nacional.
La presidente proviene de las despreciables filas neosenderistas de Perú Libre. Llegó al mando por el golpe de Castillo y pese a que pendían sobre ella graves acusaciones penales. Nunca entendió que su gobierno debía proyectarse por tres años y medio. Fue sostenida en la inercia por Otárola. Caído éste reposa en manos de un poco diestro Adrianzén y un Gabinete en el cual apenas el Canciller y dos ministros tienen visión de estado. La opinión pública repudia a Boluarte y, aunque no es de derecha, solo el matrimonio con algunas bancadas parlamentarias le permite vegetar en un cargo donde se ha empoderado con gestos de frivolidad que hoy le pasan la factura.
La defensa política de la presidenta es pobrísima. El PCM dio pena en la entrevista dominical y el ministro del Interior es un muerto viviente. En cuanto a la defensa jurídica parece improvisada: pedir dos semanas para declarar ante la fiscalía y luego rogar para una diligencia inmediata delatan falta de estrategia, o búsqueda atropellada de pruebas. Así, no tenemos simpatía por Dina y allá ella con su problema judicial.
Pero el gobierno –y esta es la diferencia con la institución presidencial– debe defenderse más allá de las personas. No debió permitirse que la fiscalía abusara de sus atribuciones a punta de combazos. El agravio es al país y a la majestad del cargo., nada menos que en vísperas de APEC. Tampoco debió tolerarse el show mediático del allanamiento ni la filtración infame de los hallazgos fiscales. La alianza fiscal - caviar prostituye a la justicia.
Jurídicamente el caso no encaja en las disposiciones constitucionales sobre vacancia e inhabilitación. De modo que la raya está trazada: de un lado, sin casarnos con Dina, los demócratas debemos resistir, defender y votar contra la inestabilidad porque permitir un adelanto electoral con el mismo JNE y la misma ONPE, además de 32 partidos en campaña, sería suicida. De acuerdo a los plazos legales quedan solo tres meses para construir una alternativa de centro derecha; y en noviembre sale el repudiable Salas Arenas. Y, del otro lado, están los vacadores: delincuentes, comunistas y caviares a quienes no debemos permitirles que intenten otro golpe como el de noviembre de 2020.
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