La PUCP dejó de serlo

La PUCP dejó de serlo

No puedo evitar referirme al bochornoso episodio de la pretendida puesta en escena de una obra de teatro estudiantil anunciada o publicitada, con conocimiento y anuencia de las autoridades universitarias, usando una inaceptable denominación e imagen, por lo menos irrespetuosas, si no agraviante, de quien es la Madre de Dios para los católicos. El episodio refleja un gran problema de fondo.
Como practicante de la religión católica, muy pronto aprendí que Iglesia somos todos, no únicamente los curas y monjas. Y como exalumna de la (¿mal llamada hoy?) Pontificia Universidad Católica del Perú, PUCP, en estudios de pregrado y de posgrado, me tocó también aprender sobre el respeto y aprecio, no solo tolerancia, a la diversidad religiosa, ya que tuve destacados y no pocos compañeros de aula de religión judía.
En las décadas transcurridas desde que egresé de la PUCP, es público y notorio que mi alma mater ha perdido, acelerada y sustancialmente, su carisma fundacional y misión, los que fueron, además, la razón de ser de la generosa atribución de medios económicos por parte de José de la Riva Agüero.
Llevar en su denominación los vocablos “pontificia” y “católica”, desde que fue fundada, es la prueba más objetiva del carisma y misión que tenía la PUCP.
No creo que la pérdida se deba a la inquietud y efervescencia ideológica y política a partir de los setenta, que viví directa y activamente hasta que, por fortuna, reparé que mi tarea del momento era dedicar mis mayores energías a estudiar, aprender, prepararme a cabalidad para ser una profesional útil a la sociedad y así honrar también el real esfuerzo de mis padres por darme la mejor instrucción posible.
Considero que es la propia Iglesia Católica la que ha generado la pérdida de identidad y carisma de la PUCP, al abandonar, dejar de ejercer y ceder a terceros –quiero pensar por ingenuidad– los roles o atribuciones que, más que muestra de poder, eran medios para custodiar su carisma y misión fundacionales.
La PUCP resultó entonces tomada por “el enemigo”.
A fines de la década de los noventa, cuando monseñor Juan Luis Cipriani, un verdadero pastor de la Iglesia Católica, quiso reasumir las funciones dejadas de ser cumplidas, enfrentó una maquinaria que hizo imposible recuperar la identidad de la PUCP.
Basta para graficar el estado de cosas en la PUCP que hace apenas unos años se conoció el agravio e indiferencia institucional a sus alumnos con mayor necesidad material, muchos de los cuales debieron abandonar sus estudios.
¡Urge recuperar la PUCP!

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