La radio que fue
La radio que fue
El pasado martes 13 de febrero se ha conmemorado el Día Mundial de la Radio.
La radio, para quien escribe estas líneas, ha sido la actividad principal en el periodismo deportivo al que me integré en el año 1966, manteniendo de la misma manera mi vinculación a los medios escritos o gráficos y los electrónicos, o sea la televisión
La radio ha evolucionado, qué duda cabe, sin embargo la inmediatez la hizo durante décadas necesaria e insustituible por la televisión por cuanto llegaba antes que ella. Y no en vano alguna vez circuló el slogan que “la radio está más cerca de la gente”.
Con el paso de los años, las emisoras dedicadas al deporte han perdido primacía y por lo tanto, su presencia, podemos decir, está restringida por una serie de limitaciones y cortapisas que ciertos iluminados han desvirtuado su razón de ser.
Hace ya muchos años comenzaron estas estupideces de no permitir la cobertura al borde del campo de juego, lo que familiarmente siempre se llamó “planta baja” que fue una práctica tan difundida en la que no haya habido algún joven periodista integrado a esa faena. O cuando se prohibió el ingreso a vestuarios antes y después de cada partido para conocer las impresiones de los protagonistas, inaugurando la “zona mixta” bodrio de la época.
A ello los consabidos “derechos de transmisión” que no han sido sino documentos más falsos que un billete de 11 soles para impedir una libre competencia que es lo que debería primar, antes de proscribir a las emisoras incómodas. La competencia radial está en el aire y no en otro ámbito.
Los grandes conglomerados radiales compraban malévolamente ciertos “derechos de transmisión”, incluso de competencias o deportes, que no cubrían ni por asomo, pero solo lo hacían para impedir que otros medios pudieran romperles el espinazo.
Todo este desaguisado aprovechando la miopía del Ministerio de Transportes y Comunicaciones siempre favoreciendo a los “grandes medios”, sino recordemos cuando la antigua Entel Perú hace medio siglo brindaba sin costo los servicios de microondas o vía satélite a los negocios de los hermanitos que tenían preponderancia en sus “emisoras satélites”.
Pero así y con el mundo en contra, supimos batallar sin dar marcha atrás hasta que ya no pudimos más y decidimos dejar Radio Callao, emblemática y hoy desaparecida emisora que como medio regional, antipático y combativo cada día hacía una realidad incontrastable de “Correr toda la Cancha”.
A todo esto el acabose fue cuando sin ningún pudor ni el menor desparpajo se comenzó a transmitir viendo la televisión todos los partidos de fútbol, en cualquier parte del país y del mundo, haciendo trizas acaso un mínimo de elementales normas de convivencia radial, que hoy no existen más porque han sido pisoteadas por años.
La radio que nos tocó hace muchos años no la cambiamos. Cuando no existían los celulares y había que conseguir una línea telefónica fija para tener la información y servir al público oyente, cuando los oficiales de las comisarías del país se convertían en nuestros informantes de ese cotejo jugado en una cancha alejada del mundo, o cuando alguna pequeña radio de esa localidad había cubierto el Torneo Intermedio y nos facilitaba el resultado.
El periodismo radial ha sido fascinante y hasta seductor. Me enamoré de saber que ese fin de semana podíamos hacer añicos a los que estaban seducidos por su orgullo de creerse imbatibles, que no había quien les hiciera sombra. El vóley abandonado en épocas por el periodismo y muchas otras disciplinas fueron nuestros estandartes. Han pasado años y no hay vuelta atrás. Hoy aquellos “comunicadores” no tienen argumentos, solo les queda lucir airosos el rabo entre las piernas. La historia los delata.
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