La tara del plazo acotado
La tara del plazo acotado
El gobierno presenta un defecto inaceptable: “la tara del plazo acotado”. Se trata de un trastorno que produce el sesgo a favor del cortoplacismo en sus ministros y otros funcionarios de alto rango. Una especie de miopía que los conduce a tomar decisiones que solo pueden ser concebidas por los defensores del adelanto de elecciones.
Cualquiera que piense así, se le hará prácticamente imposible aplicar reformas o medidas a mediano plazo porque imagina que su responsabilidad se acabará pronto. Muchos excelentes profesionales reclutados en el gabinete aún titubean para lidiar con la emergencia nacional provocada por el ciclón Yaku.
No pueden impulsar con celeridad las políticas públicas con las facultades legislativas que les otorgó el Congreso, ni tampoco logran responder con un Plan Marshall en el Sur del país para acabar con las pretensiones de los violentistas e insurrectos. Las pretensiones sociales por el adelanto fueron reducidas por cansancio y el entendimiento que la violencia no condujo a ninguna parte, por más de que las encuestadoras se esfuerzan por aturdirnos.
Mientras que Senamhi sigue preocupada porque los desastres naturales lleguen a mayo 2023, todo indica que estos problemas continuarán perjudicándonos durante el 2024. Al comenzar esta semana nos llegó la alerta temprana de El Niño 2024 por la agencia australiana de meteorología y otras 8 agencias del mundo más. Está previsto que será muy fuerte en el Perú y otros países de Latinoamérica con lluvias torrenciales, desbordes e inundaciones.
En nuestro país, el gobierno evita las alertas hasta que estén 100 % confirmadas y así no se vean alterados los planes de inversión en la pesca, agricultura, agroindustria, minería, transporte, turismo y otras actividades. Sin embargo, frente al riesgo anunciado internacionalmente, el gobierno debe pensar en contener el peor escenario de forma temprana, o sea tomar medidas inmediatas de prevención que nos dejen preparados al 2024.
El Niño de los años 1982-83 fue tan intenso que nos perjudicó con más mil millones de dólares en pérdidas. En el 1998 hubo otro fuerte que sólo permitió crecer al Perú 0.3 % del PBI. En el 2017 nos dejó 107 fallecidos y millones de afectados. A partir de estas experiencias, se destinaron recursos importantes a la idea de la Reconstrucción con Cambios cuya implementación fracasó por la falta de una ejecución coherente. Si todo continua dependiendo de una descentralización mal diseñada, ¿qué se puede deparar para la anunciada Autoridad de la Infraestructura de Boluarte? El mismo destino, es decir, más burocracia sin una planificación consistente.
Todos los esfuerzos del pasado simplemente nos han dejado un portafolio de buenos proyectos de infraestructura en papel, sin personas que lo ejecuten porque sufren la tara del plazo acotado. De esta forma, se ha privilegiado los proyectos que generan réditos a corto plazo, como escuelas, postas, pavimento y otros de tono cosmético demagógico que dejaron en el olvido nuestros planes de construir canales subterráneos de agua para aprovechar la napa freática, drenajes troncales, reservorios y otras obras que permitirían manejar las cuencas de los ríos y altos afluentes producto de las lluvias.
Ahora necesitamos un gobierno sin la tara del plazo de acotado. Pero, ¿es posible corregirlo? Por supuesto, dejando atrás la timidez de costumbre de los ministros, con mucho trabajo y empeño en la sostenibilidad, el compromiso en el desarrollo infraestructura y la lealtad hacia nuestra recuperación en el mediano plazo. El gabinete debe saber combatir este cortoplacismo en aras de lograr afrontar un riesgo de El Niño 2024 y hacer crecer todo lo posible nuestra economía más allá del 3 % previsto por el MEF.
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