¿La última ilusión?
¿La última ilusión?
Llegamos al bicentenario y no hay que celebrar. Por solidaridad con los caídos absurdamente, hoy nuestras banderas deben estar a media asta.
Cierto, no todo está vinculado al Covid-19, sino a la estructura de una república utópica que nació como un aborto forzado por el traidor Bolívar; y una clase dirigente de ambiciones desmedidas y desprecio por el pueblo. La misma que primero se arrebató el poder para mantener el semifeudalismo y luego dejó el pueblo a la deriva frente al enemigo chileno y el traidor boliviano para que liquidaran el sueño de un país independiente.
Sin fomento de un auténtica nación, de la abyecta oligarquía saltamos primero a un populismo desarrollista inviable; luego caímos en las garras del marxismo criollo manipulado desde Cuba y la URSS. Velasco Alvarado, el gran felón, nos arrastró en la miseria material y moral en una mezcla patriotera aliada con el MIR de Hugo Blanco y toda esa basura que hoy la ignorancia oficial aplaude.
Los ochenta fueron una década perdida; los noventa resultaron durísimos en la reconstrucción nacional, la democracia sufrió porque había que derrotar al terrorismo. Por fin cuando el 2000 Paniagua parecía reencauzarnos, nos traicionó entregándonos a un globalismo neomarxista, culturalmente gramsciano, aliado con pseudo liberales que terminaron como grandes mercantilistas criminales. Toledo, de ladrón de gallinas, pasó a ser cómplice de una izquierda y una derecha que lo despreciaron después de usarlo.
Solo el breve período del segundo Alan García puso al Perú en el umbral del desarrollo y la consolidación democrática; pero en adelante el perrito faldero Humala, el senil inmoral PPK y el ladrón Vizcarra han terminado de sumirnos en el lodo, en la ineptitud total y el genocidio que le ha costado la vida a más de 40 mil peruanos, algo que deberá ser juzgado como crimen de lesa humanidad.
Vizcarra nos dará un último mensaje intentando ocultar su golpismo e ineptitud; lo despreciamos y quisiéramos vacarlo, pero el tiempo no da. Estamos en vísperas de unas elecciones que nos ofrecen ¿la última? ilusión: que se una un frente republicano de centro derecha, que ponga fin al robo sistemático del Estado, que bote a los parásitos de izquierda y gobierne con capitalismo popular por, para y con el pueblo. Si no lo logramos estaremos en la lista de naciones subsaharianas, con el buitre dando vueltas a 33 millones de peruanos en estado de coma terminal.