La verdadera oposición venezolana
La verdadera oposición venezolana
Nicolás Maduro, finalmente, se hizo otra vez del poder; el gran responsable de haber llevado a su país a la debacle con una inflación apremiante, hambre, miseria, apagones, persecución política, entre otras transgresiones a los derechos humanos, tomó el mando para gobernar Venezuela por tercer período consecutivo, una autocracia que ha desatado la impotencia de una gran mayoría que, dentro y fuera de ese país, esperaban ansiosos un cambio representado en el candidato opositor al régimen, Edmundo González.
Maduro se aferra al poder en un escenario agitado socialmente por las vastas acusaciones de robo de las elecciones; la detención temporal y arbitraria de la reconocida líder opositora María Corina Machado, y la campaña de “recompensa” de 100,000 dólares, dirigida contra González, quien desde el exilio comunicó que volvería a Venezuela para su respectiva toma de mando.
A estas alturas, todos nos hemos podido dar cuenta, en la práctica, de que las dictaduras no se vencen con comunicados, exhortaciones o recomendaciones; menos con giras o conferencias de prensa. Las dictaduras se vencen con unidad, tenacidad, coraje y, sobre todo, con constancia. Rumanía (1989) fue un claro ejemplo.
La paz es el fruto de la justicia, y en Venezuela al parecer no habrá paz si su mismo pueblo no recupera con sus propias manos lo que por justicia les corresponde, y si los países alrededor, que también sufren las inclemencias de la tiranía chavista, siguen mirando a un costado creyendo que esto se resuelve con diplomacia. El problema de Venezuela ha dejado de ser un problema solo de los venezolanos.
La oposición no puede gestarse en las élites globalistas o masónicas, y tampoco desde la misma izquierda “moderada”. La verdadera oposición venezolana tiene que nacer del mismo pueblo rebelde y patriota que ama a la familia, que no está dispuesto a renunciar a su libertad, que entendió que con los dictadores no se negocia, y que los mesías salvadores no vendrán por arte de magia, y menos desde las agencias internacionales.
Finalmente, también podemos concluir, una vez más, que la OEA y la ONU son entes inútiles que solo sirven a quienes les paran la olla y pagan sus gollerías, siendo incapaces de brindar algún tipo de solución frente al flagrante atropello de los derechos y libertades de un pueblo oprimido por el más rancio socialismo.
Dios guíe al pueblo de Venezuela, y a todos los pueblos de Latinoamérica.
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