La voz del Taita
La voz del Taita
Seré atrevido: todos los escritores hemos sido impresionados, derrotados, interpelados por un puñado de autores y autoras que admiramos. Las apasionadas discusiones entre escritores defendiendo a uno, colocándolo como superior, o el enfado producido por el ninguneo, la invisibilización o falta de reconocimiento, solo puede ser comparado a la batalla teórica sobre si un equipo de fútbol es mejor que otro. Y cuando se lee a uno de estos maestros, no solo se disfruta si no que se integra al cúmulo de argumentos que consolidarán su gran valor.
Pienso en esto por la polémica surgida en redes en las últimas semanas y la aparición siempre magnífica de José María Arguedas. Arguedas tiene sus puntos débiles, por supuesto, como el que la estructura de algunas de sus historias es poco aventurada o el que su lenguaje, en unas cuantas ocasiones, es solo correcto. Reitero, en algunas de sus obras porque, por supuesto, en otras es más que sobre saliente en esos aspectos. En todo caso, estos puntos débiles son miserias si colocamos la luz sobre sus virtudes. Para empezar, la introducción del personaje andino. Si bien, ya Ciro Alegría había integrado personajes campesinos y andinos como protagonistas de historias, Arguedas muestra su sensibilidad, la forma de entender el mundo, sus temores y luchas.
Y esto no lo hace de un modo didáctico para los occidentalizados, escribe porque son buenas historias y movido por su sensibilidad e interés. Arguedas integra el quechua a su narrativa. Esto lo revaloriza, lo vuelve arte; cosa que puede parecer obvia en estos años, aunque lo visto en los últimos días me deja algunas dudas sobre la lucha contra el racismo. De Arguedas podríamos hablar centenares de páginas, pero baste esta nota para asegurar el bien que haría alguien como él aquí y ahora. Quedan sus libros y el interés de muchos, como yo, de mantenerlo vigente y querido cuando el país lo necesita.
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