Larga vida a Israel

Larga vida a Israel

Esta semana, el 7 de septiembre para ser exactos, se produjo el ataque-atentado más contundente que el Estado de Israel haya recibido en su territorio. Ese día fueron asesinados y torturados 1,400 israelíes en sus casas, calles y en un festival de música —irónicamente por la paz—. Los sobrevivientes fueron secuestrados en masa y llevados a la Franja de Gaza, de donde provino el ataque. Los perpetradores fueron el grupo terrorista y fundamentalista islámico Hamás, que gobierna la Franja de Gaza por voluntad de los propios gazatíes. Sin embargo, la propaganda woke, progresista y caviar que cada vez vuelve más imbéciles a la gente débil de mente en el mundo ha desarrollado una campaña mundial vía plataformas sociales y manifestaciones en las principales ciudades del mundo, culpando a Israel de un genocidio y reivindicando el derecho de Palestina a existir. Ese mismo derecho que los palestinos, a través de sus autoridades terroristas y sus aliados como Irán, le niegan a Israel. El Estado de Israel fue creado luego de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto nazi en un territorio bajo mandato británico. Este le había sido concedido luego de la desintegración y derrota del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial. En teoría y praxis, los británicos podían hacer lo que quisieran con su mandato, dividiendo el territorio para un Estado palestino y otro israelí. El mismo Churchill recordaba entre risas y whisky cómo, sobre un mapa, había creado el Reino de Jordania, históricamente inexistente. Pero lo cierto, lo concreto y lo real es que ni bien se creó el Estado de Israel, este fue atacado simultáneamente, en todos los frentes, por los países árabes recién independizados. Israel les ganó a todos, y desde ahí los árabes tienen un trauma con Israel. A esa guerra siguieron varias con el mismo corolario: el triunfo de Israel y la frustración y el odio de los árabes. Algunos de esos países fueron comprendiendo, luego de varias guerras y territorios perdidos —como Egipto—, que lo mejor era llevarse bien con el Estado judío, y firmaron una paz que hasta ahora continúa. Esto le costó la vida a Anwar Sadat, que fue asesinado por hacer la paz con Israel en pleno desfile militar en El Cairo a principios de los 80. Para entonces, Estados Unidos, bajo el mandato de Jimmy Carter y su política de derechos humanos, dejaron caer a su más firme aliado en Medio Oriente: el sha de Irán (1979). Este era un déspota moderado en comparación con quienes lo desplazaron y que hoy dirigen Irán, cuya misión es desaparecer del mapa al Estado de Israel, amén de someter a su población a un yugo islámico donde las mujeres que protestan en Nueva York a favor de Palestina no tienen ninguno en Irán, financista del terrorismo internacional. Muchos arguyen que Israel debería devolver los territorios ocupados en las guerras contra sus belicosos vecinos. Existen sendas resoluciones de la ONU al respecto. Lo que convenientemente se obvia de este relato es que Israel no conquistó esos territorios como país agresor, sino que fue Israel el agredido. ¿Para qué Israel va a devolver esos territorios ocupados? ¿Para que vuelva a ser atacado desde ellos? Y si los palestinos, como en Gaza, eligen o se dejan gobernar por una organización terrorista que pone a su propia población como escudos humanos, ¿es viable un Estado palestino?

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